Interesante el acto celebrado en la Complutense en defensa de Garzón. Interesante cómo vuelven a remover a los muertos en sus tumbas, cómo el rencor vuelve a tener un papel protagonista y cómo la falsedad y la irracionalidad se hacen dueñas de la situación.

El teatrillo se montó con la excusa de que Garzón va a ser juzgado por juzgar el franquismo. Vale como excusa, pero no es ese el motivo de que Garzón haya sido imputado. Sino la prevaricación, es decir, la resolución adoptada a sabiendas de que es injusta. Y parece ser que Garzón intenta saltar los límites de la Ley omitiendo el principio de legalidad penal, es decir, no hay delito si una conducta no ha sido tipificada como tal antes de su realización, y la prohibición de la aplicación retroactiva de la ley penal. Claro está que es discutible si cometió o no el delito, pero para eso precisamente están los Tribunales, en este caso el Supremo, y no esta panda de soplagaitas que de forma descarada y premeditada (no pueden ser tan ignorantes) mentían en el acto de ayer. Independientemente, claro, de que el papel de los sindicatos no debería ser el que vienen  llevando a cabo en los últimos tiempos: hacerle la pelota al Gobierno y promover actos de supuesta “justicia” sobre asuntos históricos.

Pudimos oír ayer al cándido compañero Méndez afirmando que Garzón ha quedado atrapado entre los herederos del franquismo y los corruptos de la red Gurtel. El camarada Toco-Mocho, mientras, se dedicó a leer un bando militar de Queipo de Llano, para calentar el ambiente supongo. Y luego hizo unas bonitas declaraciones, de alto contenido democrático, en las que afirmaba que es una “ignominia que organizaciones que en otros países estarían ilegalizadas, en España presenten querellas admitidas a trámite”. Coño, cómo se parece este argumento al que se le aplicaba antes a los “rojos”.

Luego aparece un nuevo Robin Hood jurídico, el ex fiscal Carlos Jiménez Villarejo que desde su elevada atalaya dijo que “los magistrados del Tribunal Supremo han dado un golpe brutal a la democracia española convirtiéndose en instrumento de expresión del fascismo español” y remató con: “El juez Varela hablaba de la encomiable sensibilidad de los jueces del Supremo hacia los crímenes de la dictadura. ¡Pero si formaron parte del Tribunal de Orden Público hasta el año 76! ¡Fueron cómplices hasta el último día de las torturas de la Brigada Político Social que muchos de los que están aquí han sufrido (…). Y ahora se han puesto en manos de Falange. ¡Me produce bochorno!”.

Hay que decir que Carlos Jiménez Villarejo fue uno de los elegidos por el juez Garzón para formar un grupo de expertos dentro del sumario contra los crímenes del franquismo. Estoy completamente seguro de que el ex fiscal estaría de acuerdo con aquello que escribía Mencken de que “la injusticia es soportable, lo que mata es la justicia”; sobre todo porque entró en la Fiscalía de Barcelona en 1962. Es decir que durante 13 años defendió la legalidad franquista. Así que me parece un buen momento para que se calle. Es muy interesante que su curriculum en Wikipedia comienza en 1987.

Lo mejor de todo es que aprovechando este entuerto los inanes titiriteros de casi siempre aprovecharán para dar una lección de ética a todo el país mediante el prodigioso método del encierro. Sí. Los Almodóvar, Bardem, García Montero, Grandes, etc. se encerrarán, lamentablemente no para siempre, en la Facultad de Relaciones Laborales de la Complutense. Uno que llevaba un tiempo desaparecido, José Sacristán, es el que parece más indignado a juzgar por el tono de sus ¡Basta ya! Pero es más o menos lo mismo que cuando lo de Polanski: es moralmente deleznable, no podemos quedarnos quietos, y todo eso.

Almudena Grandes, como siempre a tono con su innegable capacidad intelectual, dice que “hay jueces que dicen que nadie puede estar por encima de la ley”, “yo discrepo”, “la Justicia sí está por encima de la ley “. ¡Anda que no! Qué platónica nos ha salido Almudena. Sólo le ha faltado decir con el poeta aquello que siempre queda tan bien de que “la tierra pertenece al viento”.