Si hay algo que ha experimentado un auge sin precedentes en el último tiempo, no son las acciones de Silicon Valley, ni las criptomonedas, sino un término muy cotidiano y, a su vez, enigmático: la “brecha”. Originalmente una modesta palabra, la brecha ha visto cómo su carrera despegaba hasta convertirse en la estrella de discursos, informes y debates. Desde la brecha de género hasta la brecha salarial, pasando por la brecha del orgasmo o la de la productividad, parece que no hay aspecto de la vida moderna que no haya sido sometido a ella.

En la jungla de los sinónimos, la “brecha” no está sola, sino bien acompañada por sus parientes cercanos: fisura, raja, ranura, boquete, orificio, grieta y un puñado más. Estas palabras, aunque parecen sacadas de un manual de geología o de bricolaje, han encontrado su camino en el lenguaje cotidiano, cada una aportando su matiz a la vasta familia de las separaciones conceptuales.

La “fisura”, por ejemplo, es la brecha que se considera más refinada y precisa. No es cualquier brecha, es una brecha con clase, casi como si necesitaras un microscopio para verla bien. Se habla de fisuras en contextos tan variados como las relaciones internacionales, los edificios antiguos, o los anos, confiriendo una sensación de que, aunque el problema es pequeño, merece atención.

La “raja”, por otro lado, es la prima desenfadada de la brecha. Más común en el lenguaje coloquial, la raja no se anda con sutilezas. Si la fisura es una discusión diplomática, la raja es una discusión familiar: directa, posiblemente ruidosa, pero honesta.

Luego tenemos la “ranura”, una versión organizada y metódica de la brecha. La ranura es una brecha con un propósito, una brecha que ha encontrado su vocación. Es la brecha vocacional que sostiene nuestras monedas en una hucha.

No me iré de aquí sin mencionar el “boquete”, que suena a algo que definitivamente no querías que ocurriera. El boquete es la brecha que aparece de repente, como un agujero en tus planes de fin de semana o, peor aún, en tus pantalones favoritos. Es la brecha que te toma por sorpresa y te hace exclamar: “¡Ahí hay un boquete!”

El “orificio”, sin embargo, tiene un aire científico y técnico, es la brecha que parece haber estudiado en la universidad. Es preciso, es específico, es el término que usarías en un informe o en una consulta médica. El orificio no es una brecha cualquiera; es una brecha con credenciales.

Y, además, tenemos una brecha dramática, como sacada de una película de aventuras; es la “grieta”. Profunda, visible y a menudo, ominosa. Si la brecha es una preocupación, la grieta es una llamada a la acción.

Así que la próxima vez que te encuentres hablando de brechas, ya sea de género, salarial, del orgasmo o de la productividad, recuerda que dispones un arsenal lingüístico. Ya sea una fisura sutil, una raja franca, una ranura funcional, un boquete inesperado, un orificio preciso o una grieta dramática, cada palabra aporta su propia personalidad al mundo de las separaciones.