Matar a un ruiseñor.

Comienzo por el principio: los títulos de crédito. Que maravilla; esos objetos que se nos muestran nos ofrecen la clave de la película: los recuerdos desde una visión infantil. “Matar a un ruiseñor” esta narrada desde el punto de vista de la hija del protagonista; desde sus recuerdos, ya adulta. Nos encontramos pues con una mirada inocente sobre los hechos que se relatan.

“Que no olvidase que matar a un ruiseñor era un grave pecado” porque “los ruiseñores no hacen otra cosa que cantar para regalarnos el oído”.

Se suele decir que “Matar a un ruiseñor” es una película de juicios, afirmación con la cual estoy absolutamente en desacuerdo. Es una película en la que hay un juicio. Y el juicio, como el resto de las situaciones de la película no es sino, por una parte, un elemento más en la indagación que Jem y Scout llevan a cabo sobre su padre, Atticus, y por otra, un retrato de un sistema moral y de creencias basado en la intolerancia. Toda la película es una gran metáfora sobre la ignorancia, y es en el juicio donde la metáfora adquiere mejor encarnadura, dejando caer el peso de esa terrible losa sobre la institución del jurado.

Atticus, a los ojos de Scout, es siempre un hombre mesurado pero contundente. Refleja una integridad y dignidad absolutas. Posee templanza. Su personaje está construido como un arquetipo, “hombre justo” y “padre ideal”. Ver a Atticus Finch nos reconcilia con la condición humana por la fe desmedida en el ser humano que transmite. Es el héroe cotidiano.

 

Pero hay mucha más ejemplaridad en “Matar a un ruiseñor”. Calpurnia, siempre en su sitio, trabajando y cuidando de los niños, con autoridad casi maternal. La vecina, defendiendo a los ojos de los niños la honesta figura de Atticus. El juez, que busca a Atticus, porque quiere un juicio justo para Tom Robinson. Y ejemplar es también la última actuación del sheriff. Pero, finalmente, solo nos queda, como a Atticus una vaga sensación de noble frustración y derrota.

De las muchas escenas destacables de esta película particularmente brillante me parece la que se desarrolla en la puerta de la cárcel, cuando Atticus espera que ocurra un linchamiento y va a intentar evitarlo.

 

Nos habla Robert Mulligan del fenómeno de masas y nos habla, a través del comportamiento de Scout, sobre quién compone la masa y cómo conseguir acabar con su poder. La masa no es más que un puñado de Sres. Cunningham.

Gregory Peck gano el Oscar por esta película, pero si le hubieran dado dos o tres no hubiera sido injusto. Su actuación en la escena anterior es impresionante. Pero si habéis visto esta película recordad la escena del perro rabioso o aquella otra en que le escupen o esa en que estando sentado en el porche escucha la conversación de sus hijos: un actor como la copa de un pino. La austeridad emocional con la que afronta todas las situaciones es aleccionadora.