La vida es cambio permanente. Por eso y tras una feroz y duradera resistencia permuto las sorprendentes (nunca sabe uno las que necesitará) y azarosas (no hay que programar las visitas al supermercado) bolsas de plástico por este útil e infernal mecanismo de dominación humana: adiós sorpresa, adiós libertad.

Mi espíritu ya no está intacto.