Amerrika.

Es una de esas típicas películas que pretenden un retrato crítico de la sociedad. Y en eso queda, en una mera pretensión; no se consigue en ningún momento atravesar la superficie de lo que se nos quiere mostrar. Según la propia directora, Cherien Dabis, su objetivo era “crear una sensación de autenticidad, realidad e intimidad”.  En mi opinión, y aunque la película tiene cosas buenas, Dabis no lo consigue.

Aunque no sea ni bueno ni malo en sí mismo, la película es bastante parcial en la presentación de los personajes no protagonistas.

Es parcial con la cuestión social y con la cuestión política. Contiene una crítica calmada, demasiado calmada, de la sociedad estadounidense, en un tono bastante ligero y en ciertos aspectos ingenuo. Nos muestra tanto las oportunidades como las contradicciones de Norteamérica; el objetivo no cumplido de la integración, el sueño del inmigrante de encontrar una mítica tierra de promisión.

Se mezclan demasiadas cuestiones: la inmigración, el conflicto étnico, el valor de la familia, la guerra, la lucha por la propia identidad. Pero encuentro como fallo persistente de la directora que pase de puntillas por todos ellos. El contenido dramático es casi nulo. Transmite una oronda humanidad, eliminando las complejas cuestiones éticas y sociales en que podría haber profundizado. Y creo que a ello contribuye de forma decisiva Nisreen Faour, la actriz que da vida a Muna. Su incontestable interpretación es la película completa, con lo bueno y malo que ello acarrea. Una de las características de Muna es un optimismo de psiquiatra. La película incurre en ese error, transmite un optimismo falso, inconsistente, que evade las cuestiones, no las afronta.

La luz y el color juegan un papel importante. Es apreciable el cambio desde las escenas en Cisjordania a las que se nos presentan en Estados Unidos. Nos acerca o nos aleja de lo humano y lo familiar.

Sí que me ha llamado la atención el hecho de que los personajes excluidos se vayan uniendo a otros excluidos; así tenemos al chico negro, al del pelo azul, al judío polaco,… Un puñado de estereotipos para enmarañar y hacer perder significación a la película. La frase que le dice la hermana de la protagonista a su hija constituye un autentico tratado sobre la exclusión: “mientras vivas en esta casa vivirás en Palestina”.

Destacaría el esfuerzo realizado en el rodaje para hacerlo como un documental, cámara en mano prácticamente toda la película, lo que obliga a una planificación bastante detallada. Pero hay que decir que la película carece por completo de complejidad narrativa, es totalmente lineal, no se revela tensión en ningún momento, es autocomplaciente y carece de espíritu crítico. A pesar de todo, y aunque desde el punto de vista cinematográfico es bastante insustancial y convencional, la película se deja ver.