El reconocimiento expreso de la falta de oferta que el Partido Popular realiza en su vídeo propagandístico de cara a las próximas elecciones europeas es alarmante. Cajones vacíos también de planes, de proyectos, de ideas; cajones vacíos de futuro, cajones vacíos de Europa. Si todo lo que el PP es capaz de ofrecernos es esto y la estúpida defensa que hace un par de días realizaba alguno de sus próceres del impresentable Cardenal Rouco Varela yo les deseo con todo cariño que no saquen, porque de eso se trata, de sacar, ni un solo eurodiputado.

Para los que estamos atrapados en la zarza de la duda electoral la diarrea verbal de algunos despeja algo la salida. No seré yo desde luego quien vaya a defender al inane Zapatero, pero la inanidad ideológica que demuestran los populares está realmente a la misma altura. Obviando además el hecho de esa gran operación para adobar voluntades con billetes de 500 euros conocida como Gurtel.

Lo de Rouco es cosa distinta. En la mejor tradición eclesial se dedica a meter sus no demasiado limpios dedos en donde no debe. Ya que predica sobre la Guerra Civil y el peligro de que ésta se reproduzca podría haber dicho algo acerca de la actitud de su bendita institución en los años previos a la misma, en los años que aquella guerra duró, o en los cuarenta posteriores. Si hiciéramos una pequeña cata en la epidermis moral de semejante botarate no encontraríamos más que cemento. El devoto caballero, Carlos Floriano, del Partido Popular que anteayer lo defendía diciendo que él había entendido una cosa distinta a lo que el resto del mundo entiende de las endiabladas palabras del piadoso Rouco debe haber adquirido su escaño por algún cupo especial reservado para badulaques.

Comparto por completo la crítica al hecho de realizar un acto de Estado en un chiringuito de postín de una secta venida a más, que hace siglos que olvidó su origen sectario y se instituyó en poder, poder terrenal. Que en un funeral de Estado la voz cantante la lleve alguien que no sólo no pertenece al Estado sino que además pretende corregirlo mediante admoniciones venidas del más allá es, a estas alturas, además de ridículo un disparate. Que Juan Carlos de Borbón, o Rajoy, o Zapatero, o cualquier otro sean católicos y no puedan vivir sin ir a misa de 8 me parece estupendo, pero de ninguna manera lo pueden hacer el Rey, el Presidente de Gobierno o el del Parlamento, porque están ahí en calidad de representantes de nuestra constitucionalmente aconfesional soberanía. A esto sumemos que Rouco, como cualquier persona mayor, empieza a chochear y con ello a extremar sus posturas –ya de por sí extremas-. Así que en vez de una católica homilía ofreció un discurso facha. Me produce auténtico temor y asco genuino ver como estos pecadores empedernidos con almas de buitre vuelven a adquirir poder en esta lamentable España. La historia de nuestro país es una gran muestra de lo que produce el peligroso cóctel de fanatismo, ignorancia y estupidez.

Escribía John Dos Passos que “la historia de España ha sido un continuo esfuerzo para encajar un taco cuadrado en un agujero redondo” y parece que la Iglesia Católica también quiere un martillo para ajustarla y lo que es más grave que el Partido Popular está dispuesto a ofrecérselo.