Desde 1914 el continente europeo estaba metido de lleno en una guerra brutal, y hacia finales de 1916 parecía que solo la irrupción de los EEUU en la disputa podría cambiar decisivamente la favorable situación de Alemania en el conflicto.

En 1916, con una Alemania con grandes posibilidades de vencer, los militares germanos idearon el ataque definitivo que les llevaría a la victoria, iniciando la llamada “guerra submarina total”, es decir, no se repararía en la naturaleza de la nave atacada, ni tan siquiera las pertenecientes a los países neutrales y la agresión seria sin advertencia previa, hasta a los barcos mercantes y de pasajeros. Recordemos los ataques al RMS Lusitania (7 de mayo de 1915) y SS Sussex (24 de marzo de 1916).

Ante una situación como ésta imaginaban que Gran Bretaña no podría aguantar más de unos seis meses. Pero para ello Alemania tenía claro que debían evitar que EEUU entrara en el conflicto.

El castillo de Pless fue testigo el 9 de enero de 1917 de una reunión en la que el Alto Mando alemán pretendía convencer al Kaiser Guillermo II para establecer la guerra submarina sin restricciones. Alemania se estaba fortaleciendo con 200 nuevos submarinos que debían estrangular las líneas de suministros aliadas, con la previsión de una rendición aliada en un plazo de seis meses. Esta guerra sin restricciones suponía el ataque a barcos civiles neutrales, y ello aparejaba el riesgo de una más que posible entrada de Estados Unidos en la guerra.

Guillermo II fue convencido y se decretó el comienzo de la guerra submarina sin restricciones para el 1 de febrero.

Arthur Zimmermann, Ministro de Asuntos Exteriores, fue uno de los asistentes a la reunión del castillo de Pless. Zimmerman, menos optimista que el Alto Mando, comenzó a trabajar en una alternativa para retrasar o evitar la intervención militar de los Estados Unidos.

El 16 de enero de 1917 Zimmermann, envió un telegrama cifrado que acabaría teniendo consecuencias desastrosas para los alemanes. En él se proponía una alianza militar entre Alemania y México en caso de que Estados Unidos entrara en guerra contra Alemania, prometiendo a México apoyo financiero y una alianza posterior para conquistar los territorios perdidos en Texas, Nuevo México y Arizona. Además, se sugería a México que intentara persuadir a Japón para que se uniera a este plan, abandonando a los aliados.

El 17 de enero de 1917, el Servicio de Inteligencia Naval británica interceptó y descifró el telegrama con dos partes, la primera dirigida a Albrecht von Bernstroff, embajador alemán en los Estados Unidos, que hablaba de la guerra de submarinos sin restricciones, y la segunda parte, que von Bernstroff debía redirigir a Heinrich von Eckhardt, representante alemán en México.

El texto del telegrama a von Eckardt decía:

“Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.

En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción.

Queda usted encargado de informar al presidente de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.

Haga notar al presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses”.

Los alemanes confiaban en la seguridad de sus comunicaciones telegráficas cifradas, ya que asumían que los Estados Unidos no intentarían, o no tendrían la capacidad de descifrarlas. Además, el gobierno estadounidense permitía que los diplomáticos alemanes utilizaran sus líneas telegráficas: fiel reflejo de la posición neutral que Estados Unidos intentaba mantener en ese momento.

El hecho de que el telegrama hubiera sido enviado desde Berlín con rumbo a Copenhague, y desde ahí fuese remitido por cable submarino hasta la embajada alemana en los Estados Unidos pasando por Gran Bretaña, donde fue interceptado, resalta la naturaleza interconectada de las comunicaciones globales en esa época y cómo las potencias mundiales aprovecharon sus posiciones geográficas y tecnológicas para interceptar comunicaciones. Gran Bretaña, con su vasta red de cables submarinos, estaba en una posición única para monitorear las comunicaciones internacionales. Hasta aquí estamos ante un magnífico y temprano ejemplo de inteligencia de señales.

A pesar de la intercepción del telegrama, el Gobierno británico se veía en un dilema sobre cómo usar la información sin comprometer sus métodos de inteligencia o sus relaciones con Estados Unidos. Revelar la fuente del telegrama habría mostrado que los británicos:

  • habían descifrado el código alemán, lo que provocaría un inmediato cambio del mismo;
  • estaban espiando las comunicaciones diplomáticas estadounidenses, lo que podría haber tenido graves repercusiones políticas.

Merece la pena detenernos en este último punto: si Gran Bretaña admitía haber espiado las comunicaciones diplomáticas estadounidenses se podría provocar una importante erosión de la confianza entre los dos países. En un momento tan crítico de la historia, la confianza entre aliados potenciales era de suma importancia. Los británicos se daban cuenta de que necesitaban presentar el telegrama sin mostrar todas sus capacidades de espionaje. Por ello, intentaron (y consiguieron) obtener una copia del telegrama a través de un medio alternativo.

Lo que comienza siendo una operación de inteligencia de señales se transforma, a partir de este momento, en una de inteligencia humana (HUMINT). La Inteligencia Británica busca un agente operativo en México -el Señor H- para obtener una copia física del telegrama, que permitiría a Gran Bretaña presentar el documento sin levantar sospechas sobre su capacidad para interceptar comunicaciones. Los alemanes habían utilizado la red comercial de la Western Union para enviar el telegrama. El Señor H obtuvo la copia de la versión mexicana del telegrama, en la oficina de telégrafos de la Western Union en Ciudad de México. Fue así como Arthur James Balfour, el Ministro de Relaciones Exteriores británico, entregó el telegrama descifrado al embajador estadounidense en Londres, Walter Hines Page, quien a su vez lo transmitió al presidente Woodrow Wilson.

En definitiva, una gestión muy cuidadosa sobre el telegrama Zimmermann por parte de los británicos, asegurándose de que no se descubrirían sus técnicas de espionaje y de que se presentaría el telegrama de una manera que pareciera legítima a los estadounidenses, resultó en un cambio estratégico en la Primera Guerra Mundial. Finalmente, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania en abril de 1917.

El telegrama no fue el único motivo de la entrada de EEUU en la guerra; también la guerra submarina ilimitada, la posibilidad de cambio de bando de Japón, las enormes pérdidas económicas para EEUU ante una eventual derrota de los aliados, la incipiente revolución en la Rusia zarista y, desde luego, la insistencia de grandes corporaciones estadounidenses.