¡Copón! He comprado una pizza en el super y resulta que es de roquefort. Pero bien decía el viejo Cervantes que la mejor salsa del mundo es el hambre. Ello, no obstante, no ha evitado que aplique mi sapiencia gastronomica dejando quemar la pizza para ocultar la nauseabunda vision y el fétido olor de lo que se supone que es un alimento. La casa huele ahora como si hubiera incinerado un cerdo en la cocina.

Incluso he hecho un, digámoslo de la forma más rimbombante posible, un análisis forense del evento adverso.

Primera conclusión: el nivel de riesgo era practicamente irrelevante y, por tanto, aceptable. Ello me condujo a omitir medidas concretas de prevención.

Segunda conclusión: omitir medidas concretas ante un hecho de tan severas consecuencias -aunque que el riesgo fuera practicamente irrelevante- es desacertado en tėrminos absolutos.

Tercera conclusión: las medidas paliativas -ya me he lavado tres veces los dientes- no pueden compensar en forma alguna los daños causados.

Lo único que, sinceramente, puedo decir en mi descargo es que desde el pasado viernes nadie me limpia las gafas. Así pasa lo que pasa.

Volveré a una política alimentaria conservadora: el consabido bocata de salchichón. Lo más grave que me puede pasar es que me equivoque y sea de chorizo. Esto, por cierto, me recuerda que estamos en campaña electoral.