Feminismo a tope.

Este término fue acuñado por Friedrich von Wieser en su Theorie der gesellschaftlichen Wirtschaft (Teoría de la economía social), en 1914.
Wieser fue uno de los principales exponentes de la Escuela Austriaca de Economía, que se centró en el papel del individuo en la economía y en cómo las personas toman decisiones basadas en la utilidad marginal. Esta Escuela se distingue de otras escuelas de pensamiento económico, sobre todo, por su enfoque en la acción individual y en cómo los individuos toman decisiones en un ambiente de incertidumbre.
Fue un pensador fragmentario y disperso, un marxista heterodoxo con una cierta tendencia a la platonización, al idealismo. Situado en el límite -el lugar donde se vive en soledad- fue allí, en el límite, en la frontera, y así, en soledad, donde fue a morir. Acusado por Horkheimer de no ser un buen materialista, habría que concederle algo de razón al gran Max, puesto que Benjamin, por poner sólo un ejemplo, afirmaba el honor como espiritualidad materialista, o el poder de la narración y de la palabra sobre el cuerpo: por ello “el hombre comunica en el lenguaje y no por el lenguaje”.
Karen Horney (1885-1952) fue la primera en separarse de la doctrina freudiana que explicaba la psicología de la mujer en función de la envidia de pene, apostando en su lugar por una teoría basada en la identificación hija-madre. Bajo la influencia de Georg Simmel, Horney representa el alejamiento del biologismo freudiano, la huida de lo pulsional, y la apuesta clara por los factores socioculturales como determinante de la personalidad. Esta primacía de lo social sobre lo biológico será una variable fundamental de nuestro desarrollo y la ansiedad –concepto introducido por ella y que no sería otra cosa que nuestra reacción al peligro, ya sea éste real o no-, por tanto, será consecuencia de la estructura social en la que estamos inmersos.
“… se ha culpado a la TV de ser responsable de cultivar el materialismo y la trivialización del crimen”.
George Gerbner.
El impacto continuado de la televisión modela nuestro mundo simbólico. La realidad que vemos en TV difiere de la auténtica realidad. Dice Gerbner que el mundo mostrado en televisión es más violento que el mundo real, y que se nos muestran realidades completamente estereotipadas acerca de los roles sociales, culturales, etc. Es decir, que lo que nos ofrece la TV, lo que cultiva en nosotros, no es una representación de lo real, sino su tergiversación.
Marshall McLuhan (1911-1980) observó el cambio cultural que suponían los nuevos medios audiovisuales y, en muchos aspectos, anticipó certeramente la aldea global.
Para Marshall McLuhan el desarrollo de los medios de comunicación ha marcado el desarrollo de la cultura; afinó su análisis hasta distinguir tres eras de la humanidad:
“Propaganda, propaganda, propaganda. Lo que importa es la propaganda”.
Adolf Hitler
La afirmación básica de esta teoría es que los medios de comunicación de masas “inyectan”, a través de la información, una serie de contenidos que se dan por ciertos por el mero hecho de haber sido dichos por los medios; no se requiere ningún tipo de autentificación, de verificación, de esos contenidos. Para que esto funcione, los mensajes de un medio de comunicación deben ser captados por la audiencia de manera uniforme; no de manera parecida o semejante, sino de MISMA MANERA en todo el público, para que las reacciones de éste sean disparadas por estímulos. Este modelo afirma que cada miembro del público de masas es personal y directamente atacado por el mensaje. Es decir, a través de la información, podemos moldear el comportamiento de las masas.
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“Porque es como un hombre que, yéndose de viaje llamó a sus siervos, y les confió su hacienda. A uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno; a cada uno según su capacidad, y se fue.
El que había recibido cinco talentos marchó enseguida a trabajar con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, solo fue, cavó en la tierra, y guardó allí el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo, volvió el amo de aquellos siervos y les tomó cuenta. Llegó el que había recibido cinco talentos, y presentó otros cinco, diciendo: “Señor, me entregaste cinco talentos; He aquí otros cinco que he ganado”. El amo le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te confiaré lo mucho. Entra en el gozo de tu señor”. Se presentó también el de los dos talentos y Dijo: “Señor, me entregaste dos talentos; mira he ganado otros dos.” Díjole su amo: “¡Bien siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te confiaré lo mucho. Entra en el gozo de tu señor.” Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor sé que eres duro, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Tuve miedo y fui y escondí tu talento en la tierra. He aquí lo tuyo.” Su amo le respondió: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Sabías que quiero cosechar donde no he sembrado y recoger donde no he esparcido? Debías pues haber entregado mi dinero a la banca, para que al volver yo, retirase lo mío, con intereses. Quitadle pues el talento y dádselo al que tiene diez”. Porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas exteriores. Allí habrá llanto y crujir de dientes”.
San Mateo, XXV 14 – 30.