Voz en off: “Nunca olvidare aquel fin de semana en que murió Laura”.
A pesar de que desde el inicio “Laura” fue un proyecto de Preminger, el jefe de la 20th Century Fox, el gran Darryl F. Zanuck, enemigo declarado del director austríaco decidió que el proyecto lo rodara Rouben Mamoulian. Pero no contento con los resultados, y tras intentar que se hicieran cargo de la dirección Lewis Milestone y Walter Lang, que lo rechazaron, no tuvo más remedio que colocar a Preminger al frente del rodaje.
Resaltar a estas alturas la interpretación de Clifton Webb carece de mérito. Su personaje, Waldo Lydecker, es uno de los mayores cínicos de la historia del cine. Gene Tierney, la bellísima y angelical Gene Tierney, consiguió con este papel, Laura Hunt, alcanzar la cima de su carrera. Dana Andrews, un actor con una prolífica carrera en Hollywood, da vida al detective McPherson. El malicioso y socarrón Vincent Price interpreta a Shelby Carpenter, el prometido de Laura. Y Judit Anderson interpreta a Ann Treadwell, la tía de Laura, que mantiene un affaire con Shelby.
La película es conducida por el dúo formado por el dominante Waldo y el infantil McPherson; el primero dirige, el segundo mira.
Una de las grandes riquezas de esta película son los mordaces diálogos. A pesar de una cierta sequedad, la estructura narrativa de la película no tiene fisuras, aunque está rodada con algo de barroquismo. El peso del filme está en las motivaciones de los personajes y no en la investigación, que sirve como hilo conductor de las mismas. Y algunos objetos –el cuadro, la pulsera, el reloj- adquieren un especial significado, casi como fetiches. El decorado tiene una importancia fundamental en la película. Como casi siempre Preminger dirige inteligentemente la atención del espectador hacia lo que nos quiere mostrar. Y lo hace mediante mínimos movimientos de cámara que nos impiden desviar la atención hacia otras cosas, con encuadres seguros. El uso de los flashbacks es otro hábil recurso que usa el director. “Laura” queda envuelta en una especie de clima onírico. Por momentos provoca una desasosegante ambigüedad.
Esta película, junto a “Perdición” de Billy Wilder y “La mujer del cuadro” de Fritz Lang, todas de 1944, supone un giro en la forma de hacer cine negro. Se abandonan las causas externas del crimen y se centran en los procesos psicológicos que los originan. Son los años en que la psicología criminal se pone de moda. En cualquier caso, para mí, “Laura” desborda los límites del cine negro; es también una película sobre el juego de la pasión, la fascinación y el amor idealizado.
Características del cine negro, y también presentes en la película, son la ruptura con el pasado –en este caso representada por la ruptura entre Waldo y Laura– y el entrelazamiento de diversos triángulos amorosos.
En el comienzo Laura es sólo una evocación en la mente de Waldo Lydecker, un refinado periodista que escribe sus crónicas con una “pluma de oca bañada en veneno”, y es Waldo quien nos va presentando a Laura, a su personalidad. Está presente en la película el mito de Pigmalión, pues Waldo modela a Laura como a una moderna Galatea. El afán de dominación no es ajeno al personaje, como tampoco la pasión. Otros personajes también nos hablan, hablan al detective McPherson, de ella. Y él, y nosotros, vamos cayendo bajo el influjo idealizado de la señorita Hunt, subyugados por una especie de recreación del deseo más que por el deseo mismo. Cualquier hombre que se acerque a Laura, a pesar de su mirada de distanciamiento o quizá precisamente por ella, caerá bajo su influjo.
Preminger suele presentar sus argumentos como un ejercicio analítico y desprejuiciado a partir de los cuales nosotros debemos tomar partido. Mediada la película hay un sorprendente giro en la acción.
Y a pesar de todo, a pesar de ser una gran película, hay una profunda inconsistencia lógica en ella que tiene que ver con la voz en off, con el narrador. “Laura” es una película sobre el pasado; más preciso aún, sobre cómo reconstruir el pasado, cómo encontrar la verdad oculta y cómo identificar la realidad.
Técnicamente todo está al servicio de la historia, desde la fotografía (Joseph LaShelle) a la música (David Raksin). “Laura” es, sin duda, una de las grandes películas de Otto Preminger.