Lo de la “crisis moral” de la sociedad viene a ser una especie justificante político para que nadie se haga responsable de los fracasos en la gestión gubernamental. Hoy tenemos el ejemplo en Francia, donde François Hollande ha espetado lo de la “crisis cívica y moral” para afrontar el sonoro batacazo electoral de ayer. El terremoto municipal ha dejado un cambio inmediato en el Gobierno de Francia destinado a evitar la tragedia en las próximas elecciones europeas. La abstención ha marcado un récord y los partidos que están en los extremos del arco político han mejorado notablemente sus anteriores resultados.
Tenemos a la vuelta de la esquina las elecciones europeas; ésas que no nos terminan de interesar a nadie porque nadie sabe realmente para qué se vota ahí. En España también van surgiendo nuevos partidos en los extremos del arco: desde Vox a Podemos, pasando por el Partido X o el Movimiento Red. Y otros que no terminan de dejar clara su adscripción política porque su mensaje no va mucho más allá de la demostración de su oposición al sistema actual; un par de botones para muestra: el caudillista UPyD o el embarullado Movimiento Ciudadano. Todos llegan con hambre de lobo al previsible banquete que ofrecerán PP y PSOE; todos dispuestos a calentar las hojas de sus espadas con la sangre ideológica bien de un progresismo ahuecado por la incompetencia de sus líderes, bien de un neoliberalismo -que ni lo es ni se le espera- de misa y comunión diaria. Si en Ucrania el Partido de Internet va a presentar a Darth Vader a las elecciones presidenciales cualquiera de los nuestros podría –con algo más de modestia- presentar a Pepito Piscinas.
En los dos grandes partidos ocurre aquello que ya señaló Ortega de que “la moneda falsa circula sostenida por la moneda sana” y la ausencia de políticas de limpieza interna de ambos está dando lugar al surgimiento de multitud de facciones de signo diverso cuya característica común parece por el momento la falta de preparación y la afición a la pesca de la buena voluntad ajena. Aunque viendo la trayectoria de algunos de ellos ocurra que quizá, como afirmó Gasset “a la postre, el engaño resulta ser un humilde parásito de la ingenuidad”. Es broma; las dos cosas las dijo Don José.
El Partido Popular parece que se ha marcado una estrategia de desaseo con esa tozuda voluntad de Don Mariano I el Lacónico de no decir ni mu, en este caso sobre el candidato. De lo que deduzco que su X-Man o X-Girl no debe estar muy convencido de su futuro. Por su parte, el PSOE lejos de enviar a Catwoman a la trinchera electoral se ha decidido por el progresismo petulante y poco combatiente de Elena Valenciano, que hace unos días me hizo aguar los ojos al decir aquello de que no habían condenado la violencia callejera en las manifestaciones porque estaban de luto por Adolfo Suárez. Los demás, los de menor cuantía, pues ya se sabe, irán venteando teorías sobre la unidad de España o sobre la revolución social, que poco importa ya en este país donde la esperanza viste de negro.
Sobre los juegos nos enseñaban de pequeños que lo importante es participar; de mayores aprendemos de la vida que no, que lo importante es ganar. En las elecciones quienes juegan de verdad únicamente quieren ganar y para ello nos repiten una y otra vez que es importante participar. Yo no sé aún a quien votaré porque en el espectro político sólo veo fantasmagoría.
Hoy sabe cualquier jovenzuelo lo que es el griego. Sí, sodomía, sexo anal. Pero también fue un pueblo antiguo, fundador de nuestra cultura, de Occidente, de nuestros principios morales y políticos básicos. Y una lengua, que contenía la palabra skándalon –trampa para cazar animales- y la palabra idiotēs –que no participa en los asuntos públicos-. No debiéramos ser escandalosamente idiotas si no queremos que los que juegan nos hagan un griego.