Karen Horney (1885-1952) fue la primera en separarse de la doctrina freudiana que explicaba la psicología de la mujer en función de la envidia de pene, apostando en su lugar por una teoría basada en la identificación hija-madre. Bajo la influencia de Georg Simmel, Horney representa el alejamiento del biologismo freudiano, la huida de lo pulsional, y la apuesta clara por los factores socioculturales como determinante de la personalidad. Esta primacía de lo social sobre lo biológico será una variable fundamental de nuestro desarrollo y la ansiedad –concepto introducido por ella y que no sería otra cosa que nuestra reacción al peligro, ya sea éste real o no-, por tanto, será consecuencia de la estructura social en la que estamos inmersos.
Afirmaba Horney que nuestra personalidad se va formando, fundamentalmente, gracias a los factores sociales y del entorno y a los impactos que de ahí vamos recibiendo –con mayor importancia en la niñez, donde la angustia básica que sentimos puede haber sido mal resuelta y desembocar en una neurosis. Nuestra necesidad de seguridad y de respuesta a las amenazas son determinantes en nuestro desarrollo.
Formuló diez necesidades a las que todos nos enfrentamos durante nuestra vida y cuya resolución dará salida en una dirección u otra al problema de nuestra ansiedad básica:
- necesidad de afecto y aprobación
- necesidad de un compañero dominante
- necesidad de restringir los límites de la vida
- necesidad de poder
- necesidad de explotar a los demás
- necesidad de prestigio
- necesidad de admiración
- necesidad de ambición
- necesidad de autosuficiencia
- necesidad de perfección
Y estas necesidades generan, según Horney, tres tipos de conducta:
- Sumisión, acercamiento a la gente: evitamos dañar lo que amamos; queremos el amor de quienes están a nuestro alrededor. Esta conducta comienza en la infancia.
- Agresión, ataque a la gente: hipertrofia de la agresividad en nuestras relaciones interpersonales. La conducta agresiva se inicia en la adolescencia.
- Desapego, alejamiento de la gente: huida de la pertenencia a grupos. El desapego suele comenzar en la edad adulta.
En cualquiera de los tres casos es la autonomía individual lo que se ve afectado.