La Conferencia de Bandung (Indonesia) tuvo lugar entre el 18 y el 24 de abril de 1955. Fue una reunión histórica de 29 países africanos y asiáticos, y marcó un hito en el surgimiento y solidaridad del mundo no alineado durante la Guerra Fría. Estos países, recientemente descolonizados o en proceso de descolonización, buscaban fortalecer la cooperación entre ellos y afianzar una posición más neutral en el enfrentamiento entre las superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. La Conferencia fue la precursora del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), que se creó en 1961 durante la Conferencia de Belgrado.
La Conferencia de Bandung tuvo como objetivo principal promover la cooperación económica y cultural entre los países africanos y asiáticos y oponerse al colonialismo o neocolonialismo, ya sea de las potencias occidentales o de cualquier otra. Se establecieron una serie de principios sobre relaciones pacíficas, cooperación mutua y descolonización, que resaltaban la soberanía, la integridad territorial y la no interferencia en los asuntos internos de otros países.
La Conferencia de Bandung fue fundamental para dar voz a las preocupaciones y aspiraciones de los países del Tercer Mundo en la escena internacional. La conferencia también ayudó a exponer y condenar las políticas del apartheid de Sudáfrica.
Por tanto, la Conferencia de Bandung vino a representar el nacimiento de una fuerza geopolítica no alineada que buscaba no solo definir su lugar en un mundo dominado por la Guerra Fría, sino también abogar por la descolonización y contra el racismo y la discriminación. La mayoría de estos países habían sido colonias y estaban en proceso de redefinir su identidad y su papel en la política mundial.
La descolonización fue un tema central de la conferencia. Muchos de los países presentes obtuvieron recientemente su independencia o estaban en proceso de hacerlo. Abogaron por el fin del colonialismo en todas sus formas y la autodeterminación de los pueblos. La conferencia promovió la paz mundial y la cooperación, especialmente en áreas como el comercio, la cultura y la diplomacia.
Habían transcurrido nueve años desde el discurso de Churchill en Fulton, y diez desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba dividido en dos bloques, la Guerra de Corea terminó en 1953, y en 1954 los franceses fueron derrotados en Dien Bien Phu. Es en este marco en el que se desarrolla la Conferencia. Creemos esencial reconocer la importancia de Bandung en el marco mundial, ya que representó una convergencia de naciones que históricamente han sido marginadas o explotadas por las potencias coloniales, y que ahora buscan definir su propio destino.
El eje afro-asiático establecido en Bandung subraya la creación de un nuevo frente geopolítico, que se centraría en la colaboración Sur-Sur. Este frente buscó contrarrestar la dominación histórica de las potencias occidentales y establecer una nueva forma de colaboración internacional.
A pesar de las diferencias culturales, religiosas y políticas entre las naciones presentes, su unidad reflejó una respuesta común a las experiencias compartidas de colonialismo y dominación. Esta diversidad y unidad simultánea son lo que hace que la Conferencia de Bandung sea tan significativa.
Las discusiones en Bandung sentaron las bases para futuras iniciativas y colaboraciones. A medida que los países africanos y asiáticos continuaron ganando independencia en las décadas siguientes, la influencia y el legado de Bandung se volvieron más evidentes.
Las relaciones entre Asia, particularmente China, y África toman, a partir de Bandung, un cariz interesante. China ha invertido en infraestructuras en África, adquiriendo tierras y multiplicando sus relaciones económicas. Aunque esto, sin duda, puede verse como una forma de neocolonialismo, tampoco hay duda de que es un desarrollo directo de las relaciones afro-asiáticas que se vislumbraron por primera vez en Bandung.
La comunicación final de la Conferencia:
- apoya a los árabes de Palestina, pidiendo la solución pacífica del problema,
- apoya la causa de la independencia de Marruecos (obtenida en 1956),
- independencia de Túnez (1956)
- independencia de Argelia (reconocida en 1962)
También la Conferencia intenta presionar a la O.N.U. para que algunos de los Estados representados en Bandung sean admitidos en la Organización, dotando así a la institución supranacional de una universalidad que está inscrita en su ADN, pero atrofiada en su desarrollo.
Se incluye una apuesta por la colaboración y el intercambio económico y cultural, solicitando, incluso, la creación de un Fondo para el desarrollo y la petición al Banco Internacional de créditos con el mismo objeto. Es decir, se apuesta por llevar a cabo políticas de integración.
La mayor representación de países asiáticos en Bandung refleja el hecho de que, en ese momento, muchos de ellos habían alcanzado su independencia y estaban buscando fortalecer sus relaciones exteriores y solidaridades regionales. De los 29 Estados representados, 23 eran asiáticos y 6 africanos.
Hay algunos Estados-bisagra, es decir, que actúan como puentes entre diferentes regiones o esferas de influencia, como, por ejemplo, Egipto, que históricamente ha sido un punto de convergencia entre África y el mundo árabe, y que juega un papel vital en la diplomacia regional y mundial.
Los Estados africanos representan en Bandung a 52,6 millones de habitantes, por 1.364,03 de los Estados asiáticos: esto subraya una dinámica interesante. Aunque África tenía una población mucho menor que Asia en ese momento, su representación en Bandung fue un paso crucial hacia la consolidación de su voz en asuntos internacionales, particularmente en el contexto del movimiento de los países no alineados.
La diversidad no solo era racial o religiosa, sino también política y económica. En Bandung hubo monarquías, repúblicas, economías planificadas y de mercado, naciones predominantemente musulmanas, hindúes, budistas y cristianas, todas compartiendo el escenario.
El hecho de que tantos países con tan diferentes antecedentes pudieran reunirse y discutir problemas comunes, en un momento en que las tensiones geopolíticas estaban en su apogeo, es un testimonio de la relevancia y éxito de la conferencia. El énfasis en la solidaridad afroasiática, la oposición al colonialismo y el racismo, y el deseo de cooperación económica y cultural se convirtió en un faro para el movimiento de países no alineados.
El transcurso de los años ha demostrado que China fue la gran ganadora en Bandung:
- La velocidad y escala del crecimiento económico chino han llevado a una demanda insaciable de recursos naturales. África, con su abundancia de minerales, metales y otros recursos naturales, se convirtió en un socio comercial clave para China.
- China se enfrenta al problema de la escasez de tierras cultivables, y con su crecimiento demográfico, la seguridad alimentaria es una preocupación. Adquirir o arrendar tierras cultivables en África es una estrategia para garantizar un suministro constante de alimentos.
- Junto con las inversiones en tierras y recursos, China ha emprendido numerosos proyectos de infraestructura en África, desde carreteras y ferrocarriles hasta puertos y aeropuertos. Aunque estos proyectos benefician a las naciones anfitrionas en términos de desarrollo, también facilitan el acceso de China a los recursos y mercados africanos.
- Las inversiones chinas en África también tienen una dimensión diplomática. Al invertir en el continente, China fortalece sus relaciones bilaterales con las naciones africanas y amplía su influencia en la región.
La Conferencia de Bandung de 1955 fue un hito en la política internacional y fue cuidadosamente observada por ambas superpotencias durante la Guerra Fría. Los países representados en Indonesia buscaban encontrar una voz común y una plataforma desde la que promover intereses colectivos y defender sus soberanías nacionales sin ser atrapados en el vórtice del enfrentamiento Este-Oeste. Es aquí donde nace el concepto del Movimiento de Países No Alineados, que no querían ser parte de ninguno de los bloques liderados por la URSS o los EE. UU.
Para la Unión Soviética, este nuevo bloque representaba una oportunidad para distanciar a estos países del bloque occidental y del dominio estadounidense. La URSS esperaba que, al apoyar las luchas de liberación nacional y promover relaciones amistosas con estos países, podría expandir su influencia y erosionar el dominio occidental, especialmente en regiones estratégicas como Oriente Medio. Además, la URSS quería equilibrar el poder de China, que estaba surgiendo como una potencia comunista en Asia.
Por otro lado, Estados Unidos veía con cierta preocupación la conferencia y el emergente Movimiento de Países No Alineados. Existía el temor en Washington de que este movimiento pudiera inclinarse hacia el socialismo o el comunismo, especialmente dada la retórica antiimperialista y anticolonialista que dominaba las discusiones en Bandung.
A pesar de que la conferencia buscó alejarse de la dicotomía Este-Oeste de la Guerra Fría, las realidades geopolíticas hicieron que tanto la URSS como los EE. UU. trataran de influir en sus resultados y en las políticas de los países participantes en los años posteriores.
En definitiva, la Conferencia de Bandung y el emergente Movimiento de Países No Alineados refleja la complejidad de la política internacional en el contexto de la Guerra Fría. Mientras que estas naciones buscaban forjar su propio camino y mantenerse alejadas de los conflictos de las superpotencias, las dinámicas geopolíticas de la época significaban que, de un modo u otro, estaban influenciadas por la lucha entre el Este y el Oeste.
La Conferencia de Bandung en 1955 marcó un punto de inflexión en la historia poscolonial del siglo XX. Fue un evento simbólico que trascendió su propio propósito inicial y tuvo repercusiones en varias dimensiones.