Hay días en que, como hoy, al terminar mi media jornada habitual, estoy tan cansado que a veces la lío y otras descubro cosas que nunca me había planteado. Hoy me ha pasado una mezcla de las dos, un lío que nunca me habia planteado, y que puede cumplir con los requisitos de la innovación. Hace unos minutos me he ido a poner un cafelito en casa y, supongo que por cansancio y falta de atención he confundido el tetrabrik de la leche con el de caldo de pollo. Total, que he inventado lo que he denominado “capuchiken”, una experiencia de sabor que cruza las fronteras del desayuno y la cena, sin previo aviso. Este es mi serendípico café: capuchiken. Starbucks, ¡chúpate esa!