Carlos “El Chacal”, cuyo verdadero nombre es Ilich Ramírez Sánchez, fue uno de los terroristas más notables del siglo XX, conocido por su militancia en causas revolucionarias y su participación en una serie de atentados que le dieron fama mundial. Nació en Venezuela el 12 de octubre de 1949, en el seno de una familia acomodada y profundamente comunista. Su nombre, Ilich, así como los de sus hermanos (Vladimir y Lenin) hacen referencia a Vladimir Ilich Lenin, lo que muestra el fuerte carácter ideológico de su familia. Desde temprana edad, Carlos fue expuesto a las ideas revolucionarias que más tarde definirían su vida.

A lo largo de su carrera como terrorista, Carlos se alineó con movimientos afines a la liberación palestina, realizando ataques coordinados contra intereses occidentales y aliados del Estado de Israel. Su salto a la fama internacional ocurrió con la toma de rehenes en la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena en 1975, cuando, junto a un grupo de terroristas, secuestró a ministros de petróleo y diplomáticos.

Carlos se formó en Moscú, donde estudió en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba, conocida por ser un semillero de jóvenes revolucionarios de todo el mundo. De la Universidad fue expulsado por su excesiva afición al alcohol y a las mujeres. En 1970 marchó a Jordania, en Oriente Medio, y allí comenzó a militar activamente en la causa palestina, uniéndose al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), dirigido por Wadi Haddad.

En febrero de 1971, siendo miembro del FPLP, se traslada a Londres, y comienza a involucrarse en algunas operaciones. Y desde julio de 1973 también está en París para hacerse cargo del comando Boudia.

Mohamed Boudia había sido señalado por Israel como objetivo para vengar la masacre de Munich (1972). La Operación Cólera de Dios (u Operación Bayoneta) del Mossad cumplió sus objetivos con respecto a Boudia, eliminándolo haciendo explotar una bomba bajo su automóvil el 28 de julio de 1973 en París. Tras ello fueron Carlos y Michel Moukharbal quienes se hicieron cargo del comando.

Así en la segunda mitad de 1973 tenemos a Carlos a caballo entre París y Londres, a la caza de objetivos e intereses israelíes. La primera acción conocida de Carlos fue su fallido intento de asesinar al presidente de Marks & Spencer y de la Federación Sionista de Inglaterra, Joseph Edward Sieff, en su propio domicilio el 30 de diciembre de 1973. Carlos se infiltró en la residencia de Sieff, armado con una Beretta de 9 mm proporcionada por el FPLP, pero, aunque le disparó a quemarropa en el rostro no consiguió matarlo. A pesar del fracaso técnico del atentado, Carlos demostró a sus superiores su disposición a llevar a cabo misiones peligrosas y violentas en nombre de la causa palestina. Esto le permitió ganar un lugar más prominente dentro de la organización.

Su acción continúa durante 1974, para en septiembre demostrar su capacidad para planificar ataques complejos con la toma de la embajada francesa en La Haya, que fue ejecutada por un comando del Ejército Rojo Japonés.

Tras ese episodio, Carlos se vuelve a trasladar a París en octubre de 1974. En la capital francesa, continuó su trabajo con el FPLP, mientras llevaba una vida de lujos y placeres, disfrutando de la vida nocturna, la música y las mujeres.

Estamos en 1975, el libanés Michel Moukharbal es detenido en el aeropuerto de París por la DST francesa, por posesión de pasaportes falsos. Es 27 de junio, y Moukharbal, bajo presión durante los interrogatorios, reveló información que permitió a las autoridades identificar y localizar a Carlos. Fueron con el detenido al piso que Carlos compartía con algunos estudiantes sudamericanos, en la Rue Toulliers. En el piso Moukharbal delató a Carlos, y éste sacó una pistola y disparó matando a dos de los policías y a Moukharbal e hiriendo gravemente a un tercer policía. Y se dio a la fuga. Esta acción marcó el fin de la clandestinidad de Carlos y su entrada al radar de las agencias de inteligencia internacionales. Desde entonces, su figura fue asociada a la imagen de un despiadado mercenario dispuesto a matar sin escrúpulos, lo que le permitió establecerse como uno de los terroristas más notorios de la década de los setenta. A partir de ahí, sus operaciones, tanto en nombre del FPLP como por cuenta propia, se tornaron aún más violentas y sofisticadas, consolidando su reputación como “El Chacal”.

Huye entonces a Yemen del Sur, donde el comando Boudia se reorganizará. La siguiente aparición de Carlos será el 21 de diciembre de 1975, en Viena.

La acción de Viena en 1975 fue uno de sus mayores éxitos, aunque también marcó el principio del fin de su relación con el FPLP. El objetivo de la operación era secuestrar a los ministros de la OPEP y atraer la atención hacia la causa palestina, pero la misión se transformó en una negociación con rehenes que culminó con la liberación de muchos de ellos a cambio de dinero. Se tomaron como rehenes a 62 personas, incluyendo a la mayoría de los ministros del petróleo de los países miembros. Este suceso fue seguido por la prensa mundial y transmitido por la televisión, lo que aseguró que su rostro y acciones se difundieran ampliamente, cimentando su reputación a nivel global. Durante el asalto, tres personas murieron, pero Carlos demostró su habilidad como negociador, logrando que las autoridades austríacas aceptaran todas sus demandas. A cambio de la liberación parcial de los rehenes, las autoridades permitieron que el comando emitiera un comunicado del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) por radio y proporcionaron un autobús y un avión para escapar de Viena. El momento culminante fue cuando Carlos y su comando salieron del edificio con 42 rehenes, tomando un avión que les permitió huir a destino seguro en Oriente Medio. Su audacia convirtió a Carlos en el rostro del terrorismo internacional. El Chacal pasó a ser considerado el enemigo público número uno.

El impacto del asalto a la OPEP no solo se fundaba en la amenaza de muerte para los rehenes, sino también en las implicaciones políticas del ataque. Carlos enviaba un mensaje claro: los objetivos de su lucha no eran únicamente los intereses sionistas, sino también aquellos países árabes que no apoyaban activamente la causa palestina.

Esta acción terrorista fue un duro golpe a las autoridades europeas y los servicios de inteligencia, convirtiendo a Carlos en el blanco de todas las agencias de inteligencia y fuerzas policiales de Occidente, que lo persiguieron incesantemente durante las siguientes dos décadas. Sin embargo, su habilidad para moverse entre diferentes países, cambiar de identidades y recibir apoyo de regímenes aliados, como Libia y Siria, le permitió mantenerse en la sombra.

A pesar del aparente éxito de la acción en Viena, Haddad criticó severamente a Carlos por no cumplir con la orden de ejecutar a dos de los rehenes: el ministro del Petróleo saudí Ahmed Zaki Yamani y el ministro iraní Jamshid Amuzegar. En lugar de seguir estas instrucciones, Carlos negoció la liberación de todos los rehenes a cambio de dinero, lo que Haddad consideró como una traición a la causa y a los principios del FPLP. Esto hizo que Carlos perdiera la confianza de Haddad, quien lo expulsó de la organización por desobedecer directrices y anteponer intereses personales a los objetivos políticos del grupo. A partir de ese momento, Carlos buscó establecer su propio grupo terrorista, con el apoyo financiero de varios Estados árabes, como Irak y Libia.

A lo largo de los años 70 y 80, Carlos se convirtió en el enemigo público número uno de varios gobiernos occidentales, especialmente Francia. Su implicación en atentados en trenes, aeropuertos e instituciones en Europa lo convirtió en un objetivo de alto valor para agencias de inteligencia como la CIA y el Mossad. A pesar de los esfuerzos de estas agencias, Carlos logró evitar la captura durante años, moviéndose entre diferentes países y recibiendo protección de gobiernos que compartían sus intereses ideológicos o que lo utilizaban como un arma contra sus enemigos.

En lo personal, Carlos era conocido por su extravagante estilo de vida, lo que le ganó el apodo de “playboy revolucionario”. Se sabe que disfrutaba de los lujos, a pesar de sus creencias marxistas, y mantenía relaciones con varias mujeres, incluidas otras militantes. Su carisma y su habilidad para manipular a las personas lo ayudaron a mantenerse en la cima del mundo del terrorismo durante más de dos décadas.

Pero, a medida que avanzaba el tiempo, Carlos se encontraba cada vez más aislado. Su red de apoyo en Europa del Este se desmoronó tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Los países que una vez le habían ofrecido refugio, como Siria y Libia, comenzaron a distanciarse de él. En los años 90, su suerte cambió drásticamente cuando el gobierno de Sudán, que le había dado asilo, decidió entregarlo a las autoridades francesas como parte de un acuerdo diplomático.

El 15 agosto de 1994, Carlos fue capturado en Jartum, en una operación coordinada por la inteligencia francesa, y trasladado a París para enfrentarse a cargos por una serie de atentados terroristas cometidos en la década de 1970. Las autoridades sudanesas accedieron a entregarlo a Francia a cambio de un acuerdo político. La captura del Chacal fue el resultado de un complejo proceso diplomático y de inteligencia, que culminó con su traslado a París para enfrentarse a la justicia.

El juicio de Carlos en Francia fue uno de los eventos judiciales más seguidos del año, y finalizó con una sentencia a cadena perpetua por el asesinato de dos agentes de la Direction de la Surveillance du Territoire (DST) y de Michel Moukharbal. Desde el inicio del juicio, Carlos no reconoció la legitimidad del tribunal y exigía que se le tratara conforme a su autoproclamado rango de “general revolucionario”. Su actitud desafiante se mantuvo incluso cuando decidió iniciar una huelga de hambre y de sed de más de veinte días como forma de protesta, una medida que, sin embargo, no alteró el curso del proceso judicial. Además, Carlos se enfrentaba a otros cargos por atentados terroristas en Francia, entre ellos el ataque con granada en “Le Drugstore” de París el 15 de septiembre de 1974 y varios atentados con bomba en trenes de alta velocidad y otras acciones en la década de 1980. En conjunto se le atribuían las muertes de más de ochenta personas.

Carlos ha pasado su vida, desde entonces, en las prisiones francesas de Clairvaux, La Santé y la Maison Centrale de Poissy.

A pesar de sus crímenes, sigue contando con el apoyo de ciertos sectores revolucionarios y ha mantenido correspondencia con algunas figuras de la izquierda. En prisión, Carlos se casó con una de sus abogadas, Isabelle Coutant-Peyre, y ha seguido defendiendo sus acciones como parte de una lucha global contra el imperialismo.

Carlos “El Chacal” ha sido para algunos un luchador por la libertad que llevó la lucha palestina a la atención mundial. Para otros, fue un asesino despiadado, responsable de la muerte de decenas de personas inocentes. Su figura ha sido ampliamente romantizada y demonizada en la cultura popular, apareciendo en libros, películas y documentales. Sin embargo, independientemente de la interpretación de sus acciones, no cabe duda de que Carlos tuvo un papel relevante en el auge del terrorismo internacional en el último cuarto del siglo XX.

Hoy en día, mientras Carlos cumple su sentencia en Francia, su historia sigue siendo objeto de estudio y análisis, especialmente en el contexto de cómo los movimientos revolucionarios se han transformado en la era contemporánea. Su figura es un recordatorio de la complejidad del terrorismo y de las muchas facetas que adoptan las luchas ideológicas cuando se mezclan con intereses políticos y personales. Aunque su nombre ya no resuena con la misma fuerza de antaño, Carlos “El Chacal” sigue siendo un símbolo de una era en la que el terrorismo internacional redefinió la geopolítica global.