John Cairncross. El quinto hombre de los Cinco de Cambridge

John Cairncross (1913-1995) fue el último de los famosos “Cinco de Cambridge“. Aunque su nombre no se hizo público hasta 1990, mucho después de que sus compañeros de espionaje fueran desenmascarados, su papel en la traición y en la red de espionaje fue importante. Cairncross es un personaje complejo que, a diferencia de algunos de sus compañeros más notables, mantuvo un perfil bajo durante gran parte de su vida y evitó la notoriedad pública hasta el final.

Orígenes y educación

Nacido el 25 de julio de 1913 en Lesmahagow, Escocia, en una familia modesta. Su padre, un predicador presbiteriano, inculcó en sus hijos el valor de la educación y la disciplina. Fue el menor de siete hijos, y a pesar de las limitaciones económicas, sus padres se aseguraron de que él y sus hermanos recibieran una educación de calidad. Su hermano mayor, Sir Alexander Kirkland Cairncross, fue un renombrado economista, lo que refleja la atmósfera académica que rodeó a Cairncross desde joven.

John Cairncross fue un estudiante brillante, lo que lo llevó a ganar una beca para estudiar en la Universidad de Glasgow. Posteriormente, su destacada trayectoria académica le permitió ingresar al prestigioso Trinity College de la Universidad de Cambridge en 1934, donde continuó sus estudios de lenguas modernas -francés y alemán-. Cambridge fue el lugar donde Cairncross se familiarizó con el pensamiento político radical y comenzó a desarrollar simpatías por el comunismo, influenciado por el clima político de la época.

Influencia del contexto político

En Cambridge, Cairncross, al igual que los demás miembros de los “Cinco de Cambridge”, fue testigo de los grandes trastornos sociales y políticos de la década de 1930. La Gran Depresión había golpeado duramente a Gran Bretaña y a otros países, y la amenaza del fascismo se extendía por Europa con el ascenso de Adolf Hitler en Alemania y Benito Mussolini en Italia. El fracaso de las democracias liberales para enfrentarse a estos problemas llevó a muchos jóvenes intelectuales, incluidos Cairncross y sus compañeros, a explorar otras ideologías, especialmente el comunismo. Cairncross entró entonces en contacto con los círculos comunistas.

Uno de los aspectos más importantes en la formación política de Cairncross fue su participación en los círculos intelectuales de Cambridge, que incluían la Sociedad de los Apóstoles. Aunque Cairncross no fue un miembro destacado de esta sociedad secreta, que incluía a figuras como Anthony Blunt y Guy Burgess, sí que compartía las mismas inquietudes.

Reclutamiento y primeros años como espía

El reclutamiento de Cairncross para trabajar como agente soviético probablemente ocurrió durante su tiempo en Cambridge, aunque no fue hasta más tarde cuando se involucró activamente en el espionaje. El NKVD estaba interesado en reclutar jóvenes con potencial para infiltrarse en los círculos de poder británicos, y Cairncross, con su notable inteligencia y discreción, era un candidato ideal. Su perfil bajo y su naturaleza reservada contrastaban con las personalidades más extrovertidas y caóticas de otros miembros de los “Cinco de Cambridge”, como Guy Burgess y Kim Philby, lo que lo convirtió en un espía difícil de detectar.

Ascenso en el Servicio Civil y espionaje en Bletchley Park

Una vez graduado en Cambridge, Cairncross comenzó a trabajar como funcionario público en el Servicio Civil británico, un puesto que le brindó acceso a información sensible del gobierno. Su primera asignación fue en el Ministerio de Asuntos Exteriores, para pasar después al Tesoro y tras ello al Gabinete. A medida que avanzaba su carrera, Cairncross fue trasladado a otros puestos de alta responsabilidad.

Una de las contribuciones más significativas de Cairncross como espía fue su trabajo en Bletchley Park, el centro británico de descifrado de códigos durante la Segunda Guerra Mundial. Allí trabajó en la sección encargada de descifrar los mensajes codificados de la máquina Lorenz, utilizada por los altos mandos militares nazis para comunicarse entre sí. La información descifrada en Bletchley Park fue fundamental para los esfuerzos aliados, y Cairncross, con acceso directo a estos secretos, pudo transmitir muchos de ellos a sus contactos soviéticos.

Cairncross tuvo acceso a algunos de los secretos más sensibles de la guerra, incluidos los mensajes interceptados de la máquina Enigma alemana. Esta información, conocida como “Ultra”, fue de vital importancia para los Aliados en su esfuerzo por derrotar a la Alemania nazi. Cairncross, sin embargo, traicionó a su país al pasar estos secretos a la Unión Soviética, lo que proporcionó a los soviéticos ventaja táctica en el frente oriental. La información que proporcionó ayudó a los soviéticos a preparar su estrategia militar en el frente oriental, contribuyendo en última instancia a la victoria soviética en la Batalla de Kursk, una de las confrontaciones decisivas de la Segunda Guerra Mundial.

Espionaje nuclear y Guerra Fría

Otro aspecto importante del espionaje de Cairncross fue su implicación en la transmisión de información relacionada con el desarrollo de armas nucleares. Durante la guerra, Gran Bretaña colaboró estrechamente con Estados Unidos en el desarrollo de la bomba atómica como parte del Proyecto Manhattan. Aunque Cairncross no estaba directamente involucrado en el proyecto, tenía acceso a información sobre la investigación nuclear a través de su trabajo en el gobierno. En la década de 1940, transmitió información importante sobre los avances en la investigación atómica a sus controladores soviéticos, lo que ayudó a la Unión Soviética a acelerar su propio programa nuclear.

El trabajo de Cairncross en este campo fue menos conocido que el de otros espías involucrados en el espionaje nuclear, como Klaus Fuchs, pero su contribución no fue menos significativa. La información que proporcionó a los soviéticos permitió a la Unión Soviética desarrollar su primera bomba atómica en 1949, mucho antes de lo que los expertos occidentales habían previsto. Este logro cambió radicalmente el equilibrio de poder en la Guerra Fría, estableciendo la base para una carrera nuclear que dominaría las relaciones internacionales durante las décadas siguientes.

La caída de la red de Cambridge

La red de los “Cinco de Cambridge” comenzó a desmoronarse a principios de la década de 1950. En 1951, dos de los espías más destacados, Guy Burgess y Donald Maclean, desertaron a la Unión Soviética para evitar ser arrestados por las autoridades británicas. Esta fuga provocó un gran escándalo y una intensa investigación por parte de los servicios de inteligencia británicos. A medida que la presión sobre la red aumentaba, otros miembros del grupo también comenzaron a ser identificados.

De hecho, John Cairncross fue denunciado en 1951 por un desertor del KGB, quien reveló su participación en la red de espionaje. Aunque fue interrogado por el MI5, el servicio de contrainteligencia británico, su confesión fue mantenida en secreto, y no enfrentó un juicio público ni fue encarcelado. A diferencia de sus compañeros espías, que huyeron o fueron expuestos públicamente, Cairncross fue tratado con más indulgencia. Esto puede deberse a varias razones, incluida su discreción, su menor notoriedad y el hecho de que el gobierno británico deseaba evitar un escándalo mayor.

Se le permitió exiliarse en Francia, donde vivió tranquilamente durante el resto de su vida. Nunca admitió públicamente ser el “quinto hombre” de los “Cinco de Cambridge”, aunque su participación fue confirmada en la década de 1990 cuando se desclasificaron documentos relacionados con el archivo de Mitrojin. En esos documentos se reveló la magnitud de su traición y su papel en la transmisión de secretos cruciales a los soviéticos.