En la tarde del 22 de enero de 1879, se desarrolló una de las acciones militares más sorprendentes de la historia colonial británica: la batalla de Rorke’s Drift. Un pequeño puesto avanzado, situado en la frontera entre Natal y Zululandia, se convertiría inesperadamente en el escenario de una resistencia épica y desesperada frente a un ataque masivo de guerreros zulúes.
El contexto de este enfrentamiento se remonta a la expansión imperial británica en el sur de África. Los británicos, deseosos de consolidar su dominio en la región, entraron en conflicto con el reino zulú liderado por Cetshwayo, un gobernante decidido a proteger la independencia de su pueblo. La tensión culminó en la devastadora derrota sufrida por el ejército colonial en Isandlwana, apenas unas horas antes del asedio en Rorke’s Drift, donde cerca de 1.300 soldados británicos perdieron la vida ante la embestida de más de 20.000 guerreros zulúes.
En este contexto de catástrofe militar, la pequeña guarnición de Rorke’s Drift parecía condenada. La posición apenas estaba defendida por 150 soldados británicos, principalmente del 2.º Batallón del 24.º Regimiento de Infantería, bajo el mando improvisado del teniente John Chard, ingeniero real, y del teniente Gonville Bromhead. La noticia de la derrota en Isandlwana llegó poco antes que los primeros exploradores zulúes, dejando a los soldados apenas unos minutos para preparar defensas improvisadas.
El puesto, originalmente una misión sueca reconvertida en hospital y depósito de suministros, fue rápidamente fortificado con sacos de grano y muebles apilados que formaron una precaria muralla defensiva. Los soldados trabajaron frenéticamente, conscientes de que estaban aislados y sin esperanza de refuerzos inmediatos.
Cerca de las cuatro de la tarde, unos 4.000 guerreros zulúes comenzaron su ataque. La embestida inicial fue brutal y directa, buscando aprovechar la aparente vulnerabilidad del pequeño destacamento británico. Los defensores respondieron con disciplina férrea, disparando sucesivas descargas de sus rifles Martini-Henry, cuyas balas causaban estragos entre los atacantes. No obstante, la superioridad numérica zulú pronto les permitió llegar hasta las precarias barricadas, dando inicio a un combate cuerpo a cuerpo que se prolongó durante horas.
En el hospital del puesto una veintena de heridos y enfermos intentaba desesperadamente defenderse. Los zulúes prendieron fuego al edificio, forzando a los defensores a evacuar a los pacientes en medio de una situación caótica e insostenible. El soldado John Williams, conocido posteriormente por su heroísmo, logró salvar a numerosos compañeros, arrastrándolos fuera de las llamas bajo un intenso ataque enemigo.
Con la llegada de la noche, el combate no cesó. A la luz de las llamas del hospital incendiado, británicos y zulúes continuaron en una lucha agotadora. Cada avance zulú fue repelido con creciente desesperación por parte de los soldados británicos. El capitán James Dalton, encargado del suministro, fue vital para mantener el orden y el espíritu combativo entre los británicos, organizando constantes refuerzos en los puntos más vulnerables de la defensa.
Al amanecer del día siguiente, la situación seguía siendo desesperada, aunque sorprendentemente, los ataques zulúes comenzaron a disminuir. Los guerreros, agotados tras casi doce horas de lucha ininterrumpida y viendo que las bajas se acumulaban sin lograr una victoria clara, comenzaron a retirarse lentamente. Para las ocho de la mañana del 23 de enero, los defensores pudieron contemplar con incredulidad que la fuerza atacante abandonaba el campo de batalla.
La batalla de Rorke’s Drift dejó un saldo de más de 350 zulúes muertos alrededor del puesto, aunque la cifra exacta probablemente sea más elevada debido a los heridos que fallecieron posteriormente. Por su parte, los británicos sufrieron 17 bajas mortales y unos 15 heridos graves, cifras sorprendentemente bajas considerando las circunstancias.
El heroísmo demostrado por los defensores de Rorke’s Drift no pasó desapercibido en Gran Bretaña, especialmente en un momento donde el país necesitaba recuperar la moral tras la humillación sufrida en Isandlwana. En reconocimiento al valor demostrado, se otorgaron once cruces Victoria, la más alta condecoración militar británica, algo sin precedentes para una acción de este tamaño. Los condecorados fueron:
- Teniente John Rouse Merriott Chard , 5.ª Compañía de Campaña, Ingenieros Reales
- Teniente Gonville Bromhead ; Compañía B, 24.º Regimiento de Infantería (2.º/24.º de Warwickshire)
- Cabo William Wilson Allen ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Soldado Frederick Hitch ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Soldado Alfred Henry Hook ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Soldado Robert Jones ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Soldado William Jones ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Soldado John Williams ; Compañía B, 2.º/24.º Regimiento de Infantería
- Cirujano mayor James Henry Reynolds ; Departamento Médico del Ejército
- Comisario adjunto interino James Langley Dalton ; Departamento de Comisariado y Transporte
- Cabo Christian Ferdinand Schiess ; 2.º/3.er contingente nativo de Natal
Sin embargo, a pesar de la glorificación mediática de Rorke’s Drift, los historiadores han debatido ampliamente las causas y consecuencias reales del enfrentamiento. Algunos subrayan que la resistencia fue extraordinaria, pero también destacan la exageración interesada del heroísmo como método para ocultar los errores estratégicos y operativos del mando británico en África del Sur. Otros analistas señalan cómo esta batalla contribuyó a la mitificación del imperialismo británico, utilizando la épica resistencia como símbolo de una supuesta superioridad moral y militar.
En el ámbito táctico, Rorke’s Drift se estudia aún como ejemplo de defensa improvisada y efectiva bajo condiciones muy negativas. La capacidad para organizar rápidamente defensas, mantener la disciplina bajo un intenso ataque y administrar eficientemente los escasos recursos disponibles se cuentan entre las lecciones derivadas de este combate.
La batalla también tuvo profundas implicaciones políticas. La resistencia en Rorke’s Drift proporcionó al gobierno británico la justificación necesaria para reforzar su campaña militar contra Zululandia. Poco después, una gran fuerza de relevo invadió el territorio zulú, culminando en la decisiva victoria británica en la batalla de Ulundi, en julio de 1879, que marcó el fin de la resistencia del reino de Cetshwayo y consolidó la dominación colonial británica en el sur de África.