La película Zulú (1964), dirigida por Cy Endfield y protagonizada por Michael Caine y Stanley Baker, es un hito del cine bélico que narra la resistencia de un pequeño destacamento británico en la Batalla de Rorke’s Drift, un enfrentamiento real ocurrido en 1879 durante la Guerra Anglo-Zulú. Este conflicto, que enfrentó al Reino Unido contra el Imperio Zulú en lo que hoy es Sudáfrica, se convirtió en uno de los episodios más célebres de la historia militar británica por el arrojo y valor de los soldados que participaron en él. La película, con una extraordinaria fotografía y un tono épico, se inscribe en la tradición del cine bélico británico.

El contexto histórico en el que se enmarca esta historia es fundamental para comprenderla. En la segunda mitad del siglo XIX, el Imperio Británico expandió su control sobre el sur de África, lo que llevó a enfrentamientos con los poderosos zulúes, un pueblo militarmente organizado y con una prestigiosa tradición guerrera. El 22 de enero de 1879, los zulúes lograron una aplastante victoria sobre las tropas británicas en la Batalla de Isandlwana, en la que un ejército de unos 20.000 guerreros aniquiló a más de 1.300 soldados británicos, infligiendo la peor derrota que las fuerzas británicas habían sufrido hasta ese momento a manos de un ejército indígena.

En la tarde del mismo día 22, los zulúes se dirigieron a la pequeña estación misionera de Rorke’s Drift, defendida por apenas 150 soldados británicos, en su mayoría ingenieros y soldados enfermos. Lo que siguió fue un asedio que se prolongó durante más de diez horas, en el que los británicos, superados en número en una proporción de 30 a 1, lograron resistir hasta que los atacantes se retiraron.

Desde el punto de vista cinematográfico, Zulú es una película que combina el rigor histórico con un tratamiento visual impresionante. La película comienza con una secuencia serena que muestra a una comunidad zulú celebrando una ceremonia nupcial antes de recibir la noticia de la victoria en Isandlwana. Este prólogo, pausadamente filmado y con una estética que resalta la majestuosidad del paisaje sudafricano, nos presenta el universo zulú sin caer en la caricatura o la demonización.

Enseguida, la acción se traslada a Rorke’s Drift, donde el teniente John Chard, un ingeniero del ejército interpretado por el siempre sólido Stanley Baker, asume el mando ante la inminente llegada del enemigo. A su lado se encuentra al teniente Gonville Bromhead, encarnado por Michael Caine, en su primer gran papel cinematográfico, un oficial aristocrático que inicialmente se muestra dubitativo pero que terminará demostrando gran liderazgo.

Uno de los mayores aciertos de Zulú es la forma en que construye la tensión antes del asalto. La primera parte de la película se centra en la preparación de la defensa, mostrando a los soldados fortificando la misión, estableciendo líneas y distribuyendo sus escasas municiones. A medida que los zulúes se acercan, la película juega con la anticipación y el miedo, utilizando tomas panorámicas del paisaje para resaltar el pequeño enclave británico frente a la inmensidad del territorio que lo rodea. Cuando finalmente los guerreros zulúes aparecen en lo alto de las colinas, listos para el ataque, el impacto visual es sobrecogedor: una marea humana de guerreros organizados.

Las escenas de combate son uno de los puntos fuertes de la película. Endfield evita los artificios de una violencia estilizada y opta por una representación cruda y realista de la batalla. Los ataques zulúes se suceden en oleadas, con los británicos disparando en formación cerrada, en un ejercicio de disciplina y fuego coordinado que refleja la eficacia de las tácticas militares del siglo XIX. La brutalidad de los enfrentamientos no se oculta, pero tampoco se glorifica. La película logra transmitir la desesperación de los soldados, que deben replegarse continuamente, defendiendo cada metro de terreno con bayonetas y a culatazos cuando se quedan sin municiones. Sin embargo, a diferencia de muchas películas de guerra de la época, Zulú no demoniza al enemigo. Los zulúes son retratados como un ejército formidable, valiente y disciplinado, que ataca con una estrategia clara y con una determinación implacable.

El desarrollo de los personajes también es notable. El teniente Chard, interpretado con aplomo por Stanley Baker, es un oficial pragmático y resolutivo que asume el liderazgo por necesidad, más que por ambición. Bromhead, en cambio, comienza como un aristócrata arrogante, pero evoluciona a lo largo de la batalla, demostrando ser un líder eficaz bajo presión. Entre los soldados, destacan personajes como el sargento Bourne (Nigel Green), un veterano que mantiene la moral de la tropa con una mezcla de disciplina y paternalismo, y el soldado Hook (James Booth), inicialmente retratado como un holgazán pero que se redime durante la batalla. Todo ello aporta matices y profundidad al relato, evitando que la película se convierta en una simple recreación de la acción bélica.

La película ayudó a consolidar la carrera de Michael Caine, quien a partir de entonces se convirtió en una estrella internacional. Su retrato del teniente Bromhead, con su acento aristocrático y su evolución de oficial dubitativo a líder valiente, cimentó su imagen como actor de carácter.

Stanley Baker dota a su personaje de un liderazgo sobrio, apoyado en silencios elocuentes y miradas firmes, alejadas del heroísmo exagerado habitual en el cine bélico de la época. Su interpretación refleja una profunda humanidad bajo la aparente frialdad militar, y subraya la angustia interna ante una situación extrema. La solidez de Baker convierte su papel en una referencia extraordinaria, en la que destaca su capacidad para transmitir valentía y desesperación.

Jack Hawkins interpreta con vigor al reverendo Otto Witt, un predicador sueco atrapado entre su fervor religioso y la realidad. Su personaje refleja la contradicción entre la fe absoluta en la paz y el temor ante la violencia inminente. Junto a él, Ulla Jacobsson da vida a Margareta, su hija, cuya fragilidad aparente contrasta con una fuerza moral que cuestiona la lógica militar de los defensores británicos. Padre e hija funcionan como voces críticas ante la locura de la guerra, aportando tensión dramática al enfrentarse a la rígidez militar.

Un aspecto muy resaltable de Zulú es su música. La banda sonora de John Barry (ganador de 5 Oscars), con su uso de coros y percusión, refuerza la tensión y la sensación de épica. La película también hace un uso magistral del sonido dentro de la narrativa: en varias ocasiones, los guerreros zulúes entonan cánticos de guerra antes de atacar, haciendo que un escalofrío recorra la espalda del espectador. En una de las escenas más icónicas, los británicos, a punto de ser arrollados, responden cantando “Men of Harlech”, un himno militar galés, en un acto tanto de desafío como de reafirmación de su identidad.

Por último, Cy Endfield, el director, compone una narración cinematográfica muy sólida y visualmente magnífica, siempre marcada por una tensión creciente que culmina en un memorable clímax bélico. Endfield maneja muy hábilmente los contrastes entre el heroísmo individual y el drama colectivo, ofreciendo una perspectiva crítica y reflexiva sobre el colonialismo y la guerra. Destaca por encuadres precisos y secuencias de combate coreografiadas con realismo y rigor. Marginado en Hollywood por sus vínculos políticos, Endfield imprime a Zulú un estilo sobrio y comprometido.