“La colmena”, publicada en 1951 en Buenos Aires debido a la censura franquista, es una de las novelas más representativas de la literatura española del siglo XX. Escrita por Camilo José Cela, la obra nos ofrece un retrato crudo y realista del Madrid de posguerra, poblado de personajes anónimos, de historias truncadas y de la miseria que definían aquella vida cotidiana en una sociedad oprimida y fragmentada. Considerada una obra clave del neorrealismo español, La colmena se presenta como una narración coral, donde más de trescientos personajes construyen un mosaico de historias entrelazadas que reflejan el hastío, la desesperanza y la supervivencia en un contexto histórico marcado por la represión y la pobreza.
Cela, con un estilo descarnado y directo, evita la grandilocuencia para adentrarse en la rutina de unos madrileños que deambulan por cafés, pensiones y calles sombrías. Esta novela es una obra importante para entender la España de la posguerra.
Para comprender La colmena, es necesario situarla en el contexto de su época. España, tras la Guerra Civil (1936-1939), vivía bajo el régimen franquista, sumida en una dictadura que impuso una severa censura y un clima de represión política, económica y social. La posguerra trajo consigo el hambre, el miedo y la resignación de la población. Y todos estos aspectos se ven reflejados en la novela.
En el ámbito literario, la década de los cuarenta estuvo dominada por una narrativa influenciada por el realismo social, en la que los escritores intentaban reflejar la dura realidad cotidiana. Cela introduce una técnica más fragmentaria y experimental, alejándose de la narrativa lineal convencional. Influenciado por autores como James Joyce o John Dos Passos, adopta una estructura casi cinematográfica, con escenas cortas y múltiples perspectivas que aportan una sensación de simultaneidad y caos.
La censura franquista no permitió su publicación en España hasta 1955, cuatro años después de que viera la luz en Argentina. La novela fue considerada inapropiada por su contenido, ya que abordaba sin tapujos temas como la prostitución, la miseria y la corrupción moral.
Uno de los rasgos más innovadores de La colmena es su estructura fragmentaria. En lugar de una historia con un único protagonista y un desarrollo lineal, Cela construye la novela a través de escenas breves en las que se suceden distintos personajes y situaciones, con una aparente falta de orden. Cada escena nos ofrece un retazo de la vida de los personajes, que en conjunto forman un mosaico de la sociedad madrileña de la época.
El título mismo, La colmena, alude a la multiplicidad de personajes y tramas, sugiriendo una comunidad caótica y agitada, en la que cada individuo, como una abeja en una colmena, desempeña un papel dentro de un sistema mayor. Sin embargo, en esta colmena no hay armonía ni propósito común, sino desesperación y lucha por la supervivencia.
Desde un punto de vista estilístico, Cela adopta un punto de vista objetivo y distante, sin apenas intervenir con juicios de valor. Su prosa es seca, directa, con diálogos que refuerzan el realismo de la historia. A diferencia de otros autores de la posguerra, no busca la épica ni la tragedia, sino la simple exposición de la realidad en su forma más desnuda.
Uno de los aspectos más destacados de La colmena es la multitud de personajes que pueblan sus páginas. Se estima que hay más de trescientos personajes, aunque solo unos cuarenta tienen un papel destacado en la trama. A través de ellos, Cela nos muestra distintos estratos de la sociedad madrileña, desde la burguesía decadente hasta los trabajadores y los marginados.
Algunos de los personajes más relevantes son:
Martín Marco: es el personaje central en torno al cual gira gran parte del relato de La colmena. Joven escritor frustrado, representante del intelectual condenado a la marginalidad en la España gris de posguerra. Pese a su sensibilidad y sus aspiraciones literarias, su vida transcurre entre fracasos cotidianos, pobreza y constantes preocupaciones económicas. Cela retrata irónicamente su imagen diciendo que “no es uno de tantos”, cuando en realidad su existencia se diluye entre la masa anónima de personajes, destacando así la desesperanza, la mediocridad y la frustración vital que caracterizan al ambiente social de la época.
Doña Rosa: propietaria del café «La Delicia», destaca por su carácter dominante y su temperamento colérico. Hermana de doña Visi, es una mujer adinerada, pero al mismo tiempo profundamente tacaña y egoísta, que ejerce su autoridad mediante la humillación y explotación de sus empleados. Su actitud déspota refleja las miserias morales del período, mientras su café se convierte en un microcosmos donde convergen historias cotidianas marcadas por la desesperanza. A través de ella, Cela muestra con crudeza el poder abusivo.
Filo: Filo, esposa de don Roberto y hermana de Martín Marco, encarna la dignidad silenciosa y sacrificada de muchas mujeres que soportaron las dificultades económicas con resignación. Vive entregada al cuidado de sus cinco hijos y de su hermano, haciendo frente a penurias y estrecheces, pero sin perder su calidez y ternura. Su personaje transmite esperanza dentro del panorama gris de la novela, ya que simboliza el afecto auténtico y la capacidad de afrontar la vida con entereza pese a las adversidades propias del Madrid de posguerra.
Don Roberto: es el esposo de Filo, padre de cinco hijos y cuñado de Martín Marco. Es el hombre común de la posguerra que, atrapado en la precariedad económica, debe desempeñar varios trabajos para sostener a su familia. Su relación matrimonial rebosa de auténtico afecto y complicidad. Pese a su agotamiento constante, no pierde la sensibilidad, la ternura ni la ilusión por la vida.
Señorita Elvira: simboliza la decadencia existencial y el desamparo. Su personaje está marcado por la pobreza, el abandono y una amarga soledad. Su presencia es una expresión del vacío existencial y de la desesperación vital que afecta a tantos personajes de la novela. Elvira se convierte en un símbolo del deterioro moral y social, una representación del ser humano reducido a objeto.
Victorita: para mí es el personaje más conmovedor y complejo de La colmena. Impulsada por un amor desesperado hacia su novio Paco, enfermo de tuberculosis, decide prostituirse para poder comprarle comida y medicinas. Sus diálogos y encuentros, especialmente con su madre y don Mario de la Vega, están cargados de tensión y violencia emocional. Cela, lejos de condenarla moralmente, eleva su figura por su autenticidad, dignifica el sacrificio personal al que se ve obligada. Victorita encarna la tragedia silenciosa de quienes deben quebrantar su propia vida para sobrevivir.
Don Roque: la viva representación de la hipocresía en las relaciones familiares. Esposo de doña Visi y padre indiferente, mantiene una vida oculta de aventuras y excesos, mostrando un absoluto desprecio hacia su mujer. Su encuentro fortuito en una casa de citas con su propia hija Julita, quien también lleva una doble vida, ejemplifica magistralmente la falsedad moral dominante. Con este personaje, Cela desnuda la podredumbre oculta tras la fachada respetable, retratando una sociedad donde las apariencias ocultan mentiras y traiciones.
Doña Visi: esposa de don Roque y hermana de doña Rosa, es la viva imagen de alguien atrapada en las apariencias, incapaz o no dispuesta a ver la realidad que la rodea. Mujer profundamente religiosa, refugiada en sus revistas devocionales, vive de ilusiones, especialmente centradas en casar a sus hijas. Cela nos revela con ella la ingenuidad voluntaria y la ceguera moral de una generación que prefiere ignorar las verdades incómodas. Su comportamiento hipócrita, oculto bajo un manto de piedad religiosa, refleja la superficialidad y autoengaño predominantes en la época.
Estos personajes, junto con otros muchos, aparecen y desaparecen a lo largo de la narración, sin que haya un desenlace claro para la mayoría de ellos. Cela no se preocupa por cerrar las historias, sino por captar instantes de vida, como si se tratara de una serie de fotografías.
A pesar del amplio elenco de personajes, La colmena está profundamente marcada por la soledad. Cada individuo habita en su propio universo, aislado, sin posibilidad de establecer una conexión profunda con los demás. Incluso cuando aparece el amor, éste suele estar enmarcado por la frustración. La pobreza constituye el telón de fondo de toda la obra, condicionando la vida cotidiana de los protagonistas. En La colmena todos libran una batalla constante por sobrevivir en un entorno en el que la moralidad parece convertirse en un lujo inaccesible.
Cela realiza un impactante retrato de una España asfixiada por el miedo, la pobreza y la desesperanza. A pesar de las dificultades que sufrió con la censura, La colmena se consolidó como una de las obras fundamentales de la literatura española del siglo XX ofreciendo el triste testimonio de la condición humana en tiempos de crisis. Sin respuestas, sin moralejas, Cela simplemente muestra la vida tal como es: caótica, dura y, a veces, absurda: en ello radica la grandeza de La colmena.