Fernando Savater ha obtenido el Premio Primavera de Novela; uno más a añadir en la larga lista de reconocimientos obtenidos. Leí la noticia hace unos días en “Público”, y como suelo hacer miré algunos comentarios de los lectores. No me defraudaron; en términos generales hablan de Savater como un fascista, se le acusa de trabajar a sueldo de la editorial “Planeta”, de ser mediocre, de ser un “defensor sofista de la tortura taurina”, lo acusan de ser aznarista; vamos, que no mató a Manolete de milagro.Estoy seguro que esto al señor Savater se la sopla, pero a mí, la verdad, me ha tocado un poco las narices.
Yo encontré a Savater hace un montón de años ya. En una época en que compraba y leía muchos libros, siempre guardaba un espacio para aquellos que me llamaran la atención por su título. Así llegué a adquirir un “Tratado sobre el pedo”, o “El coqueto aerodinámico rocanrol”, y así llegó a mis manos “Panfleto contra el todo”. Aquello fue un descubrimiento fantástico; me identificaba con muchas de las cosas que Savater decía allí, y de otras, claro, no entendía ni papa. Se convirtió en un autor de referencia para mí, que me llevó a descubrir autores tan diversos como Cioran, claro, Santayana, Sánchez Ferlosio, Agustín García Calvo, Bataille, Walter Benjamin y tantos otros.
“Apología del sofista”, “Invitación a la ética”, “La tarea del héroe”, “Perdonadme, ortodoxos”, “El contenido de la felicidad”, “Contra las patrias”, …, en fin, cualquiera de las obras de Savater trasluce y transmite para empezar laicismo, antidogmatismo y vitalidad. Además es posiblemente el mejor divulgador sobre asuntos relacionados no sólo con la filosofía, sino con la democracia. Ha escrito al alimón con Luis Antonio de Villena (“Heterodoxias y contracultura”) o con Gonzalo Martinez Fresneda –abogado del juez Garzón- (“Teoría y presencia de la tortura en España”). Decir de Savater que es un fascista es algo que sólo se puede hacer siendo un absoluto ignorante sobre su obra o, aún peor, un malnacido.
Hace años que viene diciendo que “la educación es el momento de la ética”, y su forma de educar a través de su “Etica para Amador”, “Política para Amador”, “El valor de educar”, etc., es impagable. Se define no como un filósofo sino como un intelectual volteriano; es participativo, incisivo, crítico, no respeta a las ideas, respeta a las personas; en el debate público jamás se pone de perfil, siempre va de frente y bien armado de principios y argumentos. Su permanente reflexión sobre la ética y sobre la libertad y sus límites, así como su alegría, su ingenio, su voracidad, su originalidad, convierten a Fernando Savater en una figura clave, en una referencia, del pensamiento ético-político.
En cualquiera de sus obras la frescura de su pensamiento y la brillantez de sus exposiciones hacía que las gentes de derechas se sobresaltaran hace unos años; hoy se sobresalta la izquierda. Son ya muchos los años en que viene señalando, a propósito de diversas cuestiones, que lo “políticamente correcto” coincide a menudo con lo “intelectualmente minusválido”. La defensa permanente que viene realizando desde hace años de la sociedad civil intimida, provoca y escandaliza a aquellos que tienen por costumbre hacer coincidir el punto de salida y de llegada de sus discursos. Es la sociedad civil la que constituye el vehículo que nos traslada desde lo social hasta lo individual, puesto que es el individuo, la persona, el fin último de sus desvelos. El individualismo que está en el pensamiento de Savater es, pues, un movimiento que parte de lo social –no contra lo social- y retorna a lo social en un movimiento perpetuo.
A lo largo de los años, como todos, ha modificado discretamente algunos de sus postulados políticos, pero siempre queda un reducto libertario, aun con alguna pequeña contradicción a través del tiempo. Para mí eso supone un valor añadido en su pensamiento y en su papel de vigorizador de la vida pública, frente a tanto cura de tantas iglesias. Pero al final siempre queda en Savater aquello que mejor lo define: el reconocimiento de lo humano por lo humano.
No siempre he estado de acuerdo con sus posicionamientos, pero siempre reconozco sus argumentaciones, y, desde luego, me suele hacer reflexionar sobre las mías. Creo que ese es el papel que mejor le cuadra; si lo escuchas, si lo atiendes, es muy posible que tu percepción del asunto se modifique en algún sentido.