La “doctrina Brezhnev” o “doctrina de la soberanía limitada”, proclamada por Leonid Brezhnev en el V congreso del Partido Unificado de los Trabajadores Polacos el 12 de noviembre de 1968, representa un momento crítico en la historia de la Guerra Fría, evidenciando la tensión entre las nociones de soberanía nacional y los intereses geopolíticos de los bloques de poder. Esta doctrina fue una respuesta directa a los movimientos de reforma que buscaban introducir cambios democráticos y liberalizadores dentro de los regímenes comunistas, siendo el más notable de estos la “Primavera de Praga” en Checoslovaquia.
En 1968, Checoslovaquia, bajo el liderazgo de Alexander Dubček, intentó implementar un programa de reformas conocido como “socialismo con rostro humano”. Este programa buscaba liberalizar el gobierno y la sociedad, reduciendo la represión estatal y aumentando la libertad de prensa y expresión. Sin embargo, estas reformas fueron vistas como una amenaza por la Unión Soviética, que temía que un movimiento hacia la liberalización en uno de sus Estados satélites pudiera desencadenar un efecto dominó en otros países del bloque del Este.
Leonid Brezhnev, entonces Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, formuló la doctrina que lleva su nombre argumentando que la seguridad del campo socialista era una responsabilidad compartida y que la soberanía de los Estados socialistas estaba condicionada a su alineación con los intereses generales del bloque comunista. Según Brezhnev, ningún país socialista podía “liberarse de los intereses generales de nuestra comunidad”, lo que implicaba una soberanía subordinada a los intereses colectivos definidos por Moscú.
La aplicación más inmediata de esta doctrina fue la invasión de Checoslovaquia en agosto de 1968 por las fuerzas del Pacto de Varsovia. Esta acción militar, destinada a sofocar las reformas de la Primavera de Praga, fue justificada bajo el pretexto de preservar la unidad y la ideología del bloque socialista. La invasión demostró claramente que la Unión Soviética no dudaría en usar la fuerza militar para mantener el control sobre sus estados satélites y asegurar la homogeneidad política y ideológica del bloque comunista.
La doctrina Brezhnev también fue invocada durante la intervención soviética en Afganistán en 1979. Aunque el contexto era diferente, el principio subyacente de que la Unión Soviética tenía derecho a intervenir en los asuntos internos de otros Estados para proteger los intereses del socialismo fue una vez más utilizado para justificar acciones militares.
La doctrina tuvo importantes repercusiones en las relaciones internacionales, especialmente en la dinámica dentro del bloque socialista. Países como China y Albania criticaron duramente la política soviética, acusando a la URSS de imperialismo. Las tensiones sino-soviéticas, en particular, se intensificaron, llevando a un deterioro significativo en las relaciones entre los dos gigantes comunistas.
El debilitamiento económico y militar de la Unión Soviética a finales de los años 70 y principios de los 80, junto con el ascenso de Mijaíl Gorbachov al poder en 1985, marcó el principio del fin para la doctrina Brezhnev. Gorbachov, reconociendo la insostenibilidad de la política de intervenciones militares y la necesidad de reformas internas, introdujo la “Doctrina Sinatra”, que permitía a los países del bloque del Este mayor libertad para determinar su propio camino político y económico. Esta nueva política fue un factor clave en el proceso de liberalización que eventualmente condujo a la caída del Muro de Berlín y el colapso de los regímenes comunistas en Europa del Este.
La doctrina Brezhnev ilustra claramente cómo las tensiones entre soberanía nacional e intereses geopolíticos pueden manifestarse en políticas que limitan drásticamente la independencia de los Estados. Aunque formulada en el contexto de la Guerra Fría y el comunismo, las lecciones sobre la influencia de las grandes potencias en los asuntos internos de otros países siguen siendo relevantes. La política de intervención de la Unión Soviética, aunque justificada por la seguridad colectiva, socavó la autodeterminación de las naciones dentro de su esfera de influencia, dejando un legado de desconfianza y resentimiento que sigue vivo en la actualidad.