En casa, sentado relajadamente en una estancia blanca, me he topado con este pensamiento de Stirner (en la imagen). No sé si ha sido el azar o la necesidad pero lo auténticamente cierto es que en el preciso instante de cruzarme con el viejo Max andaba yo empeñado en deshacerme de algo que no era yo, cosa que finalmente he conseguido, con notable éxito y algún pequeño contratiempo. Pero de ahí a acompañar a otros en estas tareas hay una distancia sideral.
Médicos del alma.
