En la intersección entre la tradición liberal del siglo XVIII y el Derecho Penal contemporáneo se sitúa el principio de intervención mínima, un concepto que sigue siendo tan relevante hoy como en la época de Cesare Beccaria. Este principio sostiene que el Derecho Penal debe ser el último recurso, utilizado solo cuando es absolutamente necesario para proteger los bienes jurídicos más importantes de la sociedad. A través del análisis de sus fundamentos históricos y filosóficos, la influencia perdurable de Beccaria y la evolución hacia un sistema penal más humano y racional, el artículo ilumina cómo este principio busca limitar el poder punitivo del Estado, enfatizando la protección de la sociedad y la preservación de las libertades individuales. Al enfrentar los desafíos contemporáneos, desde la sobrecriminalización hasta la digitalización de la criminalidad, se destaca la necesidad de equilibrar la seguridad con la justicia y la libertad, un dilema central en el complejo panorama social y legal del siglo XXI.
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