Cuando uno ve en televisión uno de esos insustanciales debatuchos, en los que un puñado de políticos y periodistas de marca disparan cualquier tipo de insidiosa metralla retórica contra el rival, uno echa de menos no la bendita libertad de expresión, sino la muy pequeña, modesta, personal y peligrosa libertad de pensamiento. […] Lo lamentable es que todos los partidos políticos comparten este tipo de quincallería lingüística y así, entre unos y otros, nos van encerrando en una burbuja ideológica cuyo estallido presenciaremos a no mucho tardar.
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