Interesante el acto celebrado en la Complutense en defensa de Garzón. Interesante cómo vuelven a remover a los muertos en sus tumbas, cómo el rencor vuelve a tener un papel protagonista y cómo la falsedad y la irracionalidad se hacen dueñas de la situación.
El teatrillo se montó con la excusa de que Garzón va a ser juzgado por juzgar el franquismo. Vale como excusa, pero no es ese el motivo de que Garzón halla sido imputado. Sino la prevaricación, es decir, la resolución adoptada a sabiendas de que es injusta. Y parece ser que Garzón intenta saltar los límites de la Ley omitiendo el principio de legalidad penal, es decir, no hay delito si una conducta no ha sido tipificada como tal antes de su realización, y la prohibición de la aplicación retroactiva de la ley penal. Claro está que es discutible si cometió o no el delito, pero para eso precisamente están los Tribunales, en este caso el Supremo, y no esta panda de soplagaitas que de forma descarada y premeditada (no pueden ser tan ignorantes) mentían en el acto de ayer. Independientemente, claro, de que el papel de los sindicatos no debería ser el que vienen llevando a cabo en los últimos tiempos: hacerle la pelota al Gobierno y promover actos de supuesta “justicia” sobre asuntos históricos.