La lejana teoría de la aguja hipodérmica.
“Propaganda, propaganda, propaganda. Lo que importa es la propaganda”.
Adolf Hitler
La afirmación básica de esta teoría es que los medios de comunicación de masas “inyectan”, a través de la información, una serie de contenidos que se dan por ciertos por el mero hecho de haber sido dichos por los medios; no se requiere ningún tipo de autentificación, de verificación, de esos contenidos. Para que esto funcione, los mensajes de un medio de comunicación deben ser captados por la audiencia de manera uniforme; no de manera parecida o semejante, sino de MISMA MANERA en todo el público, para que las reacciones de éste sean disparadas por estímulos. Este modelo afirma que cada miembro del público de masas es personal y directamente atacado por el mensaje. Es decir, a través de la información, podemos moldear el comportamiento de las masas.
Lo que plantea la teoría es dónde situar el parapeto para defenderse de los medios de comunicación de masas; si entre emisor y receptor no hay nada, se produce una reacción mecánica y en cadena. Las intenciones juegan, por tanto, un importante papel en el emisor, y de hecho, como ha ocurrido en tantas ocasiones, la pretendida información no es más que propaganda. Apliquemos esta teoría a cualquier régimen totalitario o populista y veremos con claridad sus aspectos más señaladamente propagandísticos.
Esta teoría, inserta en un modelo conductista estímulo-respuesta, permite la dirección del pensamiento y la conducta social desde los ámbitos del poder, emisores de los mensajes a inyectar en la sociedad. Por tanto, la teoría de la aguja hipodérmica, también conocida como teoría de la bala mágica o teoría de la reacción en cadena, nos presta un marco teórico perfecto para analizar el proceso de creación de la opinión pública.
En 1948 Harold Lasswell formuló su conocido paradigma: “¿Quién dice qué, a quién, por qué canal y con qué efecto?“. El paradigma de Lasswell continúa perfectamente vigente en la actualidad y es ,desde luego, fundamental para estudiar la comunicación de masas. Si bien Lasswell destaca entre las funciones de la comunicación la cohesión social, la vigilancia y control del entorno y la transmisión de valores identitarios de la cultura, no llega a fijar el tipo de interrelación que se establece entre emisor y receptor. Fue Paul Lazarsfeld quién señalo los efectos como la variable más relevante de la fórmula de Lasswell. Se trata de averiguar qué relaciones existen entre la comunicación y la persuasión.
La teoría de la aguja hipodérmica concluye que mediante el fenómeno de la propaganda y la manipulación podemos conseguir adherir, sin violencia, a los ciudadanos a unos planes preestablecidos por el poder. Dicho en otros términos, es una forma de orientación y dirección de la opinión pública, a la que se considera carente de criterio y por ello susceptible de adoptar aquellos que se le inyectan. Por ejemplo, en la década de los 90 del pasado siglo nos inyectaron, con gran éxito, por cierto, el triunfo del capitalismo tras la caída del muro de Berlín.
No podemos obviar el hecho de que es a través de los medios de comunicación por donde discurre el cauce por el que se propagan los símbolos de la legitimidad del sistema. Acertaba Hitler cuando afirmaba que la “inmensa importancia del periodismo reside en la uniformidad y persistente repetición de su prédica”. Es a través de los medios como la propaganda se nos vende como información. El éxito absoluto de este modelo es la identificación de cultura y propaganda.
Hoy ya no se suele hablar de propaganda; usamos la expresión más técnica y de menor carga connotativa “comunicación política”. El lobo de la propaganda disfrazado con piel de oveja. Dicen los expertos que este es un modelo ya superado. Yo tengo mis dudas.