Intentemos llevar esto por el camino más corto a la plenitud de su significado. Hace unos meses la una y trina secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, adjunta a la Secretaría General del PSOE en Castilla-La Mancha y secretaria general de las Juventudes Socialistas de España en Europa, la divina Beatriz, afirmaba que “ser una chica IUSY tiene sorpresas… como dormir en un barco en Estocolmo”. Naturalmente. Y para ser una chica del Un, dos, tres tenían que llevar unas gafas muy grandes y unas faldas muy cortas, y para ser una chica Bond tenían que tener una natural inclinación a ser, con no demasiado sufrimiento, digámoslo de paso, pasadas por la piedra del infatigable 007.
Hace unos días, la divina Beatriz, ha vuelto a sacar a pasear su lengua y entre las varias cosas que ha dicho sobre las primarias en el PSOE, a las que parece que aspira, es que se presente cuanta más gente mejor porque eso sería una fiesta de la democracia. Yo estoy de la “fiesta de la democracia” hasta un palmo más abajo del ombligo.
Demagogia zafia, populismo para incautos. Para empezar no debemos olvidar que ella no es sino una más de la inacabable cantera de burócratas de “este país”. Y ahora pretende ser una ideóloga. O sea, viniendo del centro de la política quiere situarse en el extrarradio. ¡Menos cachondeo, leche!
Se ha hecho pública ahora una crítica al 15M –que no son precisamente mis correligionarios- en el sentido de que debilitan la democracia y que detrás de ellos está la derecha. Parece más bien, divina Beatriz, que la fiesta está en la calle, con los ciudadanos opinando y manifestando su parecer y con los partidos políticos excluidos del sarao, porque os habéis convertido en los barrios bajos de la política; tienes toda la razón cuando dices que la ciudadanía se siente abandonada por los políticos. Pero tu fervorosa ignorancia sobre ciertas cuestiones es abrumadora; por ejemplo con tu crítica sobre el abandono del marxismo del PSOE. Las once varas de esa camisa te vienen demasiado grandes. Tu interesada afirmación de que la Transición impidió que la gente hablara es falsa y malvada.
En esta entrevista aún estaba escocida por los abucheos que sufrió en aquella manifestación junto a Fernando López Aguilar, y dice, sin empacho, que la gente empezó a gritar porque había una cámara delante y que la cámara estaba para que la gente gritara. Esto ocurrió, afirma, porque a algunos medios de comunicación les interesa seguir calentando el ambiente. ¡Balones fuera! Otra política del montón, del montón malo.
Su declaración sobre que aquéllos que llevan toda la vida viviendo a la muelle sombra de la política vayan dejando hueco reconociendo que ya pasó su momento, sólo podría mejorar explicitando el quejumbroso e implícito “a nosotros”.
Lo más curioso del asunto es que ella reconoce haber participado en las asambleas del 15M, y afirma que este movimiento promovió que la gente no fuera a votar, y eso es lo que provocó el triunfo del PP. Lo de su participación es, como mínimo, contradictorio, aunque pueda haber quienes –malpensados- crean que las organizaciones políticas colocaban ahí a sus delfines para sacar tajada. Pero donde muestra realmente lo que es, una burócrata de partido, es con su afirmación de que las manifestaciones y asambleas intentan quitar legitimidad a los partidos políticos y debilitan la democracia. Será divertido recordarle que la libre expresión de la ciudadanía debilita la democracia si finalmente se presenta aunque sea a unas primarias para capitana del equipo de animadoras de quien venga de turno.
A mí me parece que Beatriz Talegón forma parte de esa peligrosa cohorte de ineptos entusiastas que Zapatero fue colocando y/o permitiendo que colocaran para dar un lustre juvenil y moderno a unos criterios políticos que cada día se iban alejando más de la realidad. Desde la ahora maldita y traidora Transición hasta que Zapatero abrió de nuevo la caja de los truenos, España vivía para el presente y el futuro. Ahora vivimos con la mirada puesta en la inminente resurrección de la Segunda República, lo que inexorablemente traerá también, en forma proporcional, el afloramiento del carácter reaccionario de signo contrario. Kant llevaba razón cuando caracterizó a España como “tierra de los antepasados”.