El argumento gira en torno a una detective, Alice Gould, que ingresa en un manicomio para intentar resolver un asesinato. Con este asunto central Luca de Tena escribe -con agilidad, evitando las ampulosidades teóricas a las que se presta la enfermedad mental- Los renglones torcidos de Dios, una estupenda novela que, a través de la intriga y el suspense, nos habla de la visión de la realidad, de la identidad personal y, sobre todo, de la fragilidad de la cordura.
La dura historia narrada -magníficamente narrada, con un estilo clásico- nos sumerge en un mundo de tensión provocada por el hecho de que a veces pensamos que la protagonista es realmente una enferma –sufre inconscientemente-, y a veces pensamos que su historia es tal como ella la cuenta, en cuyo caso su sufrimiento moral es consciente. Abonan la narración sentimientos de amor y ternura, pero también de repulsión. Esta ambigüedad en la que nos mantiene el autor hasta el final es una de las claves de la novela. Como también la idea de que nuestro propio fingimiento nos puede terminar atrapando e inmovilizando como si de una telaraña se tratara.
Durante toda la narración tenemos que averiguar si Alice Gould/Alicia de Almenara –puesto que también tiene dos nombres nuestro personaje- ha ingresado en el sanatorio de forma voluntaria o no. Una Alice que se nos muestra como una persona flexible y resistente, altiva e insolente, pero también cariñosa, y siempre, siempre, manipuladora. Descubrir la voluntariedad o no de su ingreso nos acercará a la auténtica realidad de la detective-paciente.
Las descripciones de las diversas patologías que van apareciendo en la novela nos sirven también para incrementar nuestras sospechas sobre los personajes; nos invita a realizar nuestra propia investigación y nuestras propias deducciones sobre la trama. Asimismo, tenemos representadas las dos principales corrientes médicas de la época: la psiquiatría, digamos, clásica y la antipsiquiatría, que proponía trasladar el eje meramente clínico de la enfermedad y el enfermo hacia el terreno de lo social y existencial. Pocos años después de escrita esta novela, en los años 80, se produjo en España una reforma psiquiátrica que, orientada a acabar con la marginación de la enfermedad mental, produjo el cierre de la casi totalidad de manicomios del país, aunque ésa es otra historia…
Quizá porque los enfermos son las faltas de ortografía de Dios la novela está estructurada como el abecedario; cada capitulo una letra, de la A a la Z, incluyendo, naturalmente –es el año 1979-, la CH y la LL.
Los renglones torcidos de Dios cumplen a la perfección aquella vieja norma de Agatha Christie para hacer una buena novela de misterio: el investigador nunca debe saber más que el lector.
Los vaivenes emocionales e intelectuales que durante la narración vamos sintiendo sobre, fundamentalmente, el personaje de Alice y su forma de discurrir, invitan a pensar que quizá también nosotros –lectores- seamos, como muchos personajes de Los renglones… un poco paranoicos.