Nuestro país debe ser el más democrático del mundo a la vista del número de elecciones que venimos padeciendo los ciudadanos para que luego nuestros elegidos sean incapaces de elegir. Y digo padeciendo no porque ir a introducir un papelito dentro de una cajita suponga un gran dolor, sino porque para llegar a ese momento y acto clave de la penetración debemos sufrir las insufribles soflamas de quienes dicen tener las llaves de la razón política.
De entre todos los candidatos, de todos los partidos, de todas las demarcaciones, únicamente he visto una declaración absolutamente razonable. Y, claro, no podía ser otro que Fernando Savater: “¡No me dejan leer!“. Se queja, pero asume, el “embolao” de su candidatura y la campaña. Aparte de lo que dice Savater, santo fundamental de mi impío santoral, no he visto hasta el momento nada positivo.
Sirva esto como introito a lo que tengo en mente decir. Voy al tajo. A estas alturas no tengo ni puñetera idea de a qué partido les prestaré mi voto pero sí tengo visto a quiénes voy a combatir. Así que en vez de contaros mis dudas os relataré mis certezas.
Cuando veo a la nueva socialdemocracia desplegar sus alas sobre la realidad tengo la amedrentadora sensación de que esas alas son de murciélago y no de paloma. Leer el Programa Electoral de la nueva socialdemocracia y, más concretamente, su Memoria Económica es abismarse en los procelosos terrenos del disparate puesto que no contemplan en sus cuentas los impactos de sus medidas. Por ejemplo, uno de los socios principales de Unidos-Podemos (ya están mencionados), el PCE apuesta por la salida del euro. Y el conjunto, al completo por dar posibilidad al País Vasco y a Cataluña de segregarse de España. Independientemente de la cuestión de que la soberanía no es divisible, tenemos algo que sí impactaría brutalmente sobre cualquier cuadro económico que se plantee.
La independencia de País Vasco y Cataluña significa en términos de pura geografía la separación de España y Europa puesto que es ahí, en País Vasco y Cataluña, donde se sitúan los pasos fronterizos entre ambos. Y eso tiene un significado muy real en la economía que no es otro que el incremento del precio de nuestro transporte por carretera, que siendo el mundo como es derivará en recortes de empleo en zonas concretas (Murcia, Almería, etc.), y además daría lugar a dos nuevas Zonas Económicas Exclusivas en ámbito marítimo, de efecto similar a lo anteriormente mencionado.
¿Hemos oído hablar del Corredor Mediterráneo? Sí, claro. Es una infraestructura de transporte que conectará España con el norte de Europa y cuyo tramos nacionales se unen en Tarragona (uno viene por Zaragoza y otro por Valencia), para continuar hacia Barcelona, Perpiñán, Marsella, etc. ¿Y del Corredor Atlántico sabemos algo? Ah, coño, pues también. Es la misma idea del anterior pero saliendo por Bilbao hacia Burdeos.
Estoy seguro también de que los más cultos de mis lectores han oído hablar de Zaragoza. Esta ciudad, además de compartir patrona con la Guardia Civil, es el centro neurálgico de un área que aglutina la mayor potencia económica de España: País Vasco, Cataluña, Madrid, Valencia. Es la zona donde se genera la mayor producción y el mayor consumo del país y eso convierte a la ciudad en la de mayor potencial logístico de la nación. Quitar dos de las cuatro referencias significa -esto no nos supondrá un gran esfuerzo mental- modificar ese centro, que quizá en la nueva situación pudiera estar en la Campiña del Pisuerga o en algún lugar de La Mancha.
En fin que estos pequeños cambios que promueven desde Unidos-Podemos, tan pequeños para ellos que no tienen reflejo en su campaña política ni en su programa electoral, además de los importantes daños económicos que supondrían para el conjunto del país rompería con una estrategia global de transportes sobre la que se viene trabajando desde lejos y a la que se han destinado ingentes esfuerzos económicos. Quizá fuera oportuno un cambio de denominación que se ajustara más al propósito de la coalición: Unidos Podemos Separar.