El siglo XIX fue un período de grandes turbulencias en Europa. Mientras las ideas de la Revolución Francesa sobre los derechos humanos, la libertad y la democracia estaban ganando terreno, se produjo una fuerte resistencia de parte de las potencias monárquicas absolutistas que veían amenazado su control tradicional.
La Santa Alianza es la mejor demostración de la reacción del conservadurismo ante los radicales cambios surgidos de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas.
Se constituyó mediante la firma de un Tratado en París, que sellaba el pacto entre el Zar Alejandro I de Rusia, el Emperador Francisco I de Austria y el Rey Federico Guillermo III de Prusia, y cuyo objetivo primordial era el de garantizar la ejecución de las medidas adoptadas en el Congreso de Viena (1815).
La Santa Alianza se creó bajo el subterfugio de la caridad y la paz, pero con la mirada puesta en el mantenimiento del absolutismo en Europa, como filosofía de Estado y Sistema político dominante. La invocación de principios cristianos en el tratado no fue casual; el cristianismo, especialmente en su interpretación ortodoxa y católica, fue visto por estos monarcas como una herramienta para legitimar y reforzar su gobierno. Al vincular el orden monárquico con el orden divino, se pretendía consolidar su posición.
La derrota de Napoleón fue entendida por los mandatarios europeos como la derrota de la Revolución Francesa y la oportunidad de la recomposición del Antiguo Régimen y eliminación de los principios de la ilustración. El mapa europeo se vio modificado en el Congreso de Viena, primando la conservación del orden, la paz y la estabilidad en detrimento de la libertad y todo lo relacionado con los derechos de la Revolución Francesa. Este tratado es un estandarte de las políticas absolutistas y un medio para sostener a los estados absolutistas existentes en Europa, en donde las incipientes tentativas y experiencias revolucionarias o democráticas, ya fueran nacionalistas o liberales, fueron oprimidas por la intervención de las tropas de la Santa Alianza.
Una de las características más interesantes de la Santa Alianza es cómo cruzó las fronteras nacionales. En una época donde el nacionalismo estaba comenzando a emerger como fuerza política, esta alianza de monarcas demostró que los intereses conservadores a menudo trascendían las fronteras nacionales.
Una de las herramientas clave de la Santa Alianza fue el “principio de intervención”, que sostenía que las potencias tenían el derecho de intervenir en otros países si creían que los movimientos revolucionarios o liberales amenazaban la estabilidad de Europa.
Aunque la Santa Alianza fue efectiva en su objetivo inicial, con el tiempo, las tensiones internas y las crecientes demandas de cambios liberales y nacionales en Europa hicieron que se volviera menos efectiva. El siglo XIX vio un constante empuje y retroceso entre fuerzas conservadoras y liberales, y aunque la Santa Alianza tuvo éxito en muchos de sus objetivos iniciales, finalmente no pudo contener las fuerzas del cambio y el flujo de ideas liberales y nacionalistas finalmente transformaron Europa.
La Santa Alianza constituye, sin lugar a dudas, un capítulo crítico en la lucha entre las fuerzas conservadoras y revolucionarias en la Europa post-napoleónica. Sus acciones tuvieron un impacto profundo en la política europea y sentaron las bases para muchos de los conflictos y hechos que se desarrollarían a lo largo del siglo XIX.