Vasco Pratolini: “Vivías en una especie de prisión moral, de la que tratabas de evadirte arañando día a día el muro de las convenciones e inhibiciones que el pasado había levantado ante ti. Tu espíritu había sufrido un trauma demasiado violento, a causa del cual tu jornada era una serie de duros encuentros humanos de los que salías invariablemente herido. Tu sensibilidad te hacía ver cada conflicto, incluso el más trivial y fortuito, como una culpa, por la que sufrías exasperando los tonos, la humillación y el desconsuelo. Ahora sé que eras un ser inerme, condenado a un estéril sacrificio, en un mundo donde hasta el cordero se ve obligado a defender forzosamente su propia inocencia”.
Crónica familiar.