En una época donde las palabras tienen más poder que nunca los pasillos de la Administración parlamentaria se han convertido en el escenario de una revolución silenciosa, pero implacable: la batalla por un lenguaje no sexista. Es aquí donde surge el último grito de moda (después de “zorra”): el uso no sexista del lenguaje.
Cosas que vamos averiguando gracias a las Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje en la Administración parlamentaria:
- En el emocionante safari lingüístico los adjetivos invariables son los reyes de la sabana. El duelo estelar está servido: “distintos” vs. “diferentes”.
- Vamos al moderno zoológico inclusivo de las palabras, donde las especies raras -los sustantivos neutrales- vienen caminando con garbo, luciendo palmito, y devorando especies no evolucionadas: la ciudadanía se come al ciudadano, el personal al empleado y la presidencia al presidente. Los diligentes trabajadores de la burocracia pública, los monocromáticos funcionarios son expulsados al pasado, y en su lugar, una nueva entidad surge, vibrante, colorida, diversa, el “funcionariado” que hará que nuestros agotadores trámites con la Administración sean incluso divertidos.
- La china en el zapato del lenguaje son los artículos y determinantes, esas pequeñas palabras que tienen el fabuloso poder de hacer cojear al político más progresista. Imagina una gala cinematográfica, con actores, productores, guionistas, etc. Los artículos y determinantes vendrían a ser los pendientes de fulanita o las gafas de menganito, un accesorio que mal utilizado dará al traste con la imagen pretendida por su portador. Un artículo bien utilizado queda bien con lo que te pongas.
- Los pronombres son escurridizos, pero con paciencia, puedes enseñarles a comportarse. Olvídate de “él” y “ella”; “quien” es el nuevo rey de la fiesta. Y si “quien” te parece demasiado impersonal, “alguien” siempre está listo para entrar en acción. ¿Cómo hemos podido vivir sin esta maravillosa ambigüedad?
- Y ¿qué sucede con el versátil participio? Para él han guardado un audaz truco que hace que “incluidos” -nada por aquí, nada por allá- se transforme en “que figuren”. Ríase usted de los giros dramáticos en el cine, “que figuren” sí que es inesperado.
- El gerundio es nuestro nuevo mejor amigo. Olvida las acciones concretas realizadas por personas específicas; aquí, las acciones flotan en el aire, realizadas por nadie y por todos al mismo tiempo. “Trabajando eficazmente, se reducirán los plazos”. ¿Quién está trabajando? El mundo nunca lo sabrá.
- Si todo falla, el pasivo reflejo será nuestro escudo. Podremos transformar cualquier acción directa en un misterio sin sujeto. “Se propondrán soluciones”. ¿Por quién?
Ya vemos que en el show del lenguaje las palabras dan un paso adelante, o hacia el lado, dependiendo de su género. Así aparecen entes semimágicos como la portavocía, mientras en otro ámbito “el médico” y “la médica” brindan con “el enfermero” y “la enfermera”, mientras “los asistentes” y “las asistentes” comparten historias como “personal eventual”.
¿Qué hacemos con las duplicaciones de género? No abusar, no utilizarlos de forma indiscriminada. Y lo mismo ocurre con el masculino genérico. Ya nos enseñaban desde el Renacimiento que el veneno está en la dosis.
Se nos dice que habrá documentos “más literarios o argumentativos, en los que resulta más difícil” aplicar las Recomendaciones -una novela o una crónica periodística-. Novelistas, periodistas, guionistas, etceteristas, quedáis eximidos de ocultar vuestro sexismo. ¡Amén!