La fiera de mi niña (Bringing Up Baby), dirigida por Howard Hawks en 1938, es una de las películas más representativas del género screwball comedy, una corriente que alcanzó su apogeo durante los años treinta y cuarenta. Protagonizada por Katharine Hepburn y Cary Grant, esta película combina una narración frenética con una serie de situaciones absurdas y diálogos rápidos que cimentaron su estatus como un clásico del cine.
El screwball comedy fue una respuesta directa a las restricciones que el Código Hays (aplicado desde 1934 a 1967) imponía al contenido de las películas en Hollywood. Ante la imposibilidad de representar relaciones amorosas explícitas o contenido sexual, los cineastas optaron por sustituir la tensión romántica tradicional por situaciones cómicas, diálogos ingeniosos y conflictos de carácter absurdo. Este género solía retratar dinámicas de poder entre los géneros de forma subversiva, a menudo invirtiendo los roles tradicionales de hombres y mujeres.
En este sentido, La fiera de mi niña encarna a la perfección las características del screwball. El guion, escrito por Dudley Nichols y Hagar Wilde, parte de una premisa sencilla pero delirante: David Huxley (Cary Grant), un paleontólogo serio y reservado, se cruza con Susan Vance (Katharine Hepburn), una mujer rica, caprichosa y totalmente impredecible. Lo que sigue es una serie de enredos que involucran un leopardo domesticado llamado Baby, huesos de dinosaurio y un sinfín de malentendidos.
El corazón de la película reside en la actuación de sus protagonistas. Katharine Hepburn, conocida hasta entonces por interpretaciones más dramáticas, demostró su habilidad para la comedia en un papel que exigía un impecable sentido del tiempo y una capacidad para moverse entre lo absurdo y lo encantador. Susan Vance es un personaje caótico, pero Hepburn consigue que su excentricidad nos resulte muy cercana. Su actuación tiene un ritmo casi musical, donde cada palabra y movimiento parecen calculados para generar el máximo efecto.
Por su parte, Cary Grant, con su elegancia natural y su capacidad para reírse de sí mismo, es el contrapunto perfecto. David Huxley es rígido y metódico, pero la influencia de Susan lo empuja a dejar de lado sus inhibiciones y abrazar el caos. Grant maneja maravillosamente el humor físico y los momentos de confusión, destacando especialmente en escenas como la del vestido rasgado o los malentendidos con el leopardo.
La química entre Hepburn y Grant es palpable, y su dinámica refuerza una de las características esenciales del screwball: la batalla de los sexos. Susan no solo desafía la autoridad de David, sino que lo arrastra fuera de eso que ahora se llama zona de confort, forzándolo a enfrentarse a sus propias inseguridades. A medida que avanza la trama, queda claro que ambos personajes se complementan en su aparente incompatibilidad.
La estructura de La fiera de mi niña es una espiral de enredos que se acumulan hasta alcanzar un clímax hilarante. Cada escena introduce un nuevo elemento de confusión, desde el leopardo Baby hasta un perro que entierra el hueso que David necesita para completar el esqueleto de un brontosaurio. La película juega con el absurdo de manera constante, pero nunca pierde de vista la lógica interna de su propio universo.
Lo más más destacado del guion de Dudley Nichols y Haggar Wilde es, sin duda, el ritmo. Los diálogos son rápidos, con réplicas ingeniosas que mantienen a los personajes en un estado de constante interacción. Y Hawks utiliza esta velocidad para reforzar la energía de la película, haciendo que incluso las escenas más simples se sientan llenas de movimiento. Además, el director emplea un humor físico que complementa los diálogos, desde caídas y tropiezos hasta persecuciones estupendamente coreografiadas.
El leopardo Baby es un elemento central que es el caos y también la conexión entre los protagonistas. Aunque en un principio parece una amenaza, se convierte, de hecho, en el catalizador para que David y Susan se encuentren, demostrando que el desorden y la espontaneidad pueden ser tan valiosos como el orden y la lógica.
La dirección de Howard Hawks es fundamental para el éxito de La fiera de mi niña. Hawks utiliza un estilo visual que refuerza el dinamismo de la historia, con encuadres que atrapan la interacción constante entre los personajes. Las escenas están diseñadas para maximizar el efecto cómico, utilizando tanto el espacio como los objetos de manera creativa. Por ejemplo, la secuencia en la que David y Susan intentan atrapar al leopardo en la oscuridad es un brillante ejemplo de cómo Hawks maneja la tensión cómica a través de la iluminación y el montaje.
Además, Hawks demuestra una más que notable habilidad para dirigir a los actores, permitiéndoles explorar la comedia sin perder de vista sus personajes.
La película también destaca por su diseño de producción, que incluye decorados elaborados y vestuario cuidadosamente seleccionado para marcar los contrastes entre los personajes. El vestido de noche que Susan rasga accidentalmente, por ejemplo, no solo sirve como gag visual, es también la demostración de que el caos puede infiltrarse incluso en los lugares y momentos más elegantes.
A pesar de ser considerada un clásico hoy en día, La fiera de mi niña no fue un éxito de taquilla en su momento. Su humor sofisticado y su ritmo vertiginoso no fue del agrado de todos los espectadores de la época, y la película tuvo críticas mixtas. Sin embargo, hoy día, es vista como una obra maestra que define el género screwball.
La película ha sido citada como una inspiración por directores como Peter Bogdanovich, cuyo film ¿Qué pasa, doctor? (What’s Up, Doc?, 1972) es un homenaje directo a La fiera de mi niña. También ha influido en otras comedias románticas a través de situaciones absurdas, desde Cuando Harry encontró a Sally (When Harry Met Sally, Rob Reiner, 1989) hasta Mi novia Polly (Along came Polly, John Hamburg, 2004).
Además, el personaje de Susan Vance ha sido analizado como un precursor de las “manic pixie dream girls”, un arquetipo femenino que desafía las normas sociales y ayuda al protagonista masculino a descubrir una nueva perspectiva de la vida.
La fiera de mi niña es mucho más que una comedia romántica: es un estudio sobre la naturaleza del caos con forma de mujer.
En un mundo donde el cine busca constantemente nuevas formas de conectar con el público, La fiera de mi niña no sólo se mantiene fresca sino que es un recordatorio de que el humor y el ingenio pueden son herramientas poderosas para ello.