La realidad a veces ofrece relatos más vibrantes e inquietantes que la más elaborada ficción cinematográfica. Es el caso del episodio conocido como “Amanecer Zulú” (en inglés, “Zulu Dawn”), la histórica batalla de Isandlwana recreada con minuciosidad en el cine por Douglas Hickox en 1979. Más allá del reflejo cinematográfico, esta batalla constituye uno de los capítulos más sorprendentes, humillantes y dramáticos de los anales del colonialismo británico.
En enero de 1879, el Imperio Británico, impulsado por un deseo insaciable de expansión territorial en África, entró en conflicto con el Reino Zulú, gobernado por el rey Cetshwayo. Lo que comenzó como una aparentemente fácil campaña, destinada a someter a un pueblo que desde la arrogancia victoriana era visto como primitivo, terminó en uno de los reveses más dolorosos sufridos por las tropas coloniales británicas en toda su historia.
La mañana del 22 de enero de 1879, más de veinte mil guerreros zulúes atacaron por sorpresa el campamento británico en Isandlwana, enfrentándose a una fuerza militar que apenas sobrepasaba los mil quinientos soldados. Contra cualquier pronóstico, el disciplinado y valeroso ejército británico fue rápidamente abrumado por la estrategia, la táctica y la determinación de los zulúes. La batalla terminó en una catastrófica derrota británica, con alrededor de mil trescientos muertos, lo que representó un golpe demoledor para el orgullo imperial de la época.
El cine bélico ha sido durante décadas un vehículo para explorar conflictos históricos con distintos enfoques, desde la épica heroica hasta la denuncia de la guerra. Douglas Hickox dirigió en 1979 una minuciosa adaptación cinematográfica de este episodio bajo el título “Amanecer Zulú” (Zulu dawn), película que capta con precisión y dramatismo el desconcierto, la arrogancia y, finalmente, la tragedia de Isandlwana.
Desde el punto de vista cinematográfico, uno de los mayores aciertos de Amanecer Zulú es su puesta en escena y tratamiento visual. La película se filmó en Sudáfrica , utilizando escenarios muy cercanos a los reales. La fotografía de Ousama Rawi resalta la belleza y la dureza del paisaje africano, dotando a la película de un realismo impactante .
El uso del color es particularmente significativo: las coloridas casas de la colonia británica contrastan con los tonos dorados y marrones del entorno, resaltando su condición de invasores en una tierra ajena. El director hace un uso eficaz de los planos generales, mostrando la inmensidad del territorio y la vulnerabilidad de los soldados británicos frente a la abrumadora superioridad numérica zulú.
Las escenas de batalla están coreografiadas con precisión, utilizando numerosos extras y evitando el montaje caótico que caracteriza muchas películas bélicas modernas. No se busca la espectacularidad gratuita, más bien se intenta reflejar la crudeza y el caos del combate, transmitiendo la sensación de desesperanza que embargó a los británicos cuando se dieron cuenta de que estaban condenados a la derrota.
La película está estructurada en tres actos bien diferenciados. En la primera parte se nos presenta a Lord Chelmsford , interpretado por Peter O’Toole , cuya arrogancia y falta de previsión fueron decisivas en el desastre británico. Junto a él, aparecen los oficiales y soldados británicos, entre ellos el coronel Durnford (Burt Lancaster), quien intenta ser la voz de la razón en un ejército que avanza con excesiva confianza hacia su derrota. También se ofrece una visión de la sociedad zulú con respeto, aunque sin profundizar demasiado en su cultura más allá de las danzas rituales y la estructura militar.
En la segunda parte, los británicos cruzan el río Búfalo e invaden Zululandia con una actitud de superioridad que se tornará en su contra. La película resalta el contraste entre la estricta disciplina británica y la flexibilidad táctica de los zulúes, lo que les permitirá explotar las debilidades del enemigo. Se muestra con detalle el despliegue de las tropas, la arrogancia de los mandos y la falta de comprensión del terreno y de las capacidades del adversario, elementos que serán cruciales en el desenlace del conflicto.
El último acto es una magnífica recreación de la Batalla de Isandlwana, desde el descubrimiento de las tropas zulúes hasta el aniquilamiento del ejército británico. La película refleja con fidelidad el error táctico británico , que consistió en dispersar demasiado a sus tropas y ralentizar el suministro de munición, dejando a los soldados indefensos ante la embestida del enemigo. La batalla es brutal y desesperanzadora, con una sensación de inevitabilidad que se intensifica a medida que el enfrentamiento avanza.
El reparto de Amanecer Zulú es impresionante. Peter O’Toole ofrece una interpretación sutil de Lord Chelmsford, mostrando la frialdad y la soberbia de un comandante convencido de su victoria. Burt Lancaster, en el papel de Durnford, aporta el contraste humano y reflexivo, siendo el único personaje que parece comprender la gravedad de la situación.
Otros actores como Bob Hoskins, Denholm Elliot y Simon Ward cumplen con solidez sus papeles, aunque el enfoque coral de la película impide que sus personajes tengan un desarrollo profundo.
Un aspecto destacado de la película es su banda sonora, compuesta por Elmer Bernstein, quien logra un equilibrio perfecto entre la épica y la tragedia. Su música acompaña perfectamente la acción, aumentando la tensión en los momentos previos a la batalla y dotando de solemnidad a las escenas de combate. A diferencia de otras películas bélicas que recurren a un tono más grandilocuente, la partitura de Bernstein pone el foco en la desesperación y el caos, reforzando la sensación de fatalidad que impregna toda la historia.
El guion, escrito por Cy Endfield y Anthony Story, es otro de los puntos clave de la película. A diferencia de muchas películas del género, Amanecer Zulú no presenta un relato maniqueo de buenos contra malos, sino que ofrece un enfoque más equilibrado. Los británicos no son retratados como héroes incuestionables, sino como una fuerza invasora atrapada en su propia arrogancia, mientras que los zulúes aparecen como un ejército organizado y valiente, más que como simples guerreros primitivos. A lo largo de la película, los diálogos refuerzan esta visión, con discursos que evidencian el racismo y la superioridad condescendiente de los mandos británicos, contrastando con la dignidad y determinación del pueblo zulú.
Más allá de su calidad cinematográfica, Amanecer Zulú es una reflexión sobre la arrogancia militar. La película subraya cómo la guerra, lejos de ser una gloriosa empresa de conquista, suele estar marcada por la incompetencia y el sufrimiento humano. Se resalta la superioridad táctica zulú, basada en la sorpresa, la velocidad y la flexibilidad. La diferencia entre los estilos militares no solo es un elemento táctico, sino que refleja una brecha cultural e incluso filosófica en la forma de entender la guerra. Además, Amanecer Zulú evita los maniqueísmos simplificadores. Aunque los británicos son presentados como arrogantes y mal preparados , la película no cae en la caricatura y muestra a los zulúes como un pueblo digno, valeroso y con una estrategia brillante.
Pese a su ambición y calidad, Amanecer Zulú no tuvo éxito en taquilla. Parte de su fracaso se debió a que fue publicitada como una precuela de “Zulú” (1964), una película mucho más enfocada en la épica heroica. Sin embargo, el tono de Amanecer Zulú, mucho más sobrio y crítico, no encajó con el público. Además, la película llegó en un momento de cambio en el cine comercial, dominado por la ciencia ficción y las grandes franquicias ( Star Wars, Alien, Superman), lo que la relegó a un segundo plano. Con el tiempo, sin embargo, Amanecer Zulú se ha revalorizado. Su enfoque visual, la solidez de sus escenas de batalla y su esfuerzo por ofrecer una visión matizada del colonialismo la convierten en una obra digna de verse.