Nos acercaremos hoy a algunos conceptos básicos desde los que poder abordar un estudio en mayor profundidad de las emergencias y de los planes para su afrontamiento.

Estos cinco conceptos son fundamentales para comprender y gestionar emergencias:

      • Daño: es el efecto destructivo causado por un evento adverso en bienes materiales, infraestructura, recursos naturales, sistemas socioeconómicos y, sobre todo, en las personas.
      • Riesgo: es la probabilidad de que un evento adverso ocurra y cause daño a personas, propiedades, medios de subsistencia o el medio ambiente en un área específica y en un período de tiempo determinado. El riesgo se calcula generalmente como el producto de la probabilidad de un evento (como un terremoto o inundación) y las consecuencias adversas (o impacto) que resultarían de ese evento.
      • Vulnerabilidad: se refiere a las características y circunstancias de una comunidad, sistema o activo que lo hacen susceptible a sufrir daños debido a un evento adverso. Puede ser física (por ejemplo, vivir en una zona propensa a inundaciones), social (por ejemplo, una comunidad sin acceso a información o recursos), o económica (por ejemplo, falta de medios para recuperarse).
      • Demultiplicación: hace referencia al proceso de dividir o fragmentar responsabilidades, recursos o acciones para abordar un problema complejo de forma más eficiente. En el contexto de emergencias, puede implicar la descentralización de responsabilidades y recursos para garantizar una respuesta rápida y adecuada a nivel local, por ejemplo.
      • Rehabilitación: es el proceso de restaurar la capacidad de una comunidad o sistema para funcionar y recuperarse después de un evento adverso. La rehabilitación puede involucrar la reconstrucción física, la recuperación económica, el apoyo psicológico y la restauración del tejido social. Va más allá de la simple reparación y busca mejorar las condiciones previas al evento adverso para reducir futuras vulnerabilidades.

Pero antes de comenzar con ellos tenemos una cuestión previa. ¿A qué o a quién se aplican estos conceptos? Y la respuesta es: a los bienes. Así pues, deberemos comenzar por intentar definir el concepto de “bien” para lo que aquí nos atañe. Un bien es aquello que posee o a lo que otorgamos un valor positivo y que precisamente por ello es objeto de nuestra valoración. En emergencias un bien es, sencillamente, aquello que intentamos proteger:

      • Bienes Humanos: la vida y la integridad física de las personas son, sin duda, el bien más valioso y prioritario. La protección de las personas es el objetivo principal en cualquier situación de emergencia.
      • Bienes Materiales: estos incluyen infraestructura, viviendas, vehículos, instalaciones, bienes culturales y otros activos tangibles. Su pérdida puede tener graves consecuencias económicas, funcionales, etc.
      • Bienes Ambientales: nos referimos a bosques, ríos, fauna, flora, aire, entre otros. Las emergencias, como los derrames de petróleo o los incendios forestales, pueden causar daños irreparables a estos bienes.
      • Bienes Sociales: incluyen la cohesión social, la cultura, las redes de apoyo y las estructuras comunitarias. En emergencias, especialmente en las de larga duración, la desintegración social y la pérdida de identidad cultural pueden ser efectos secundarios significativos.
      • Bienes Económicos: la economía de una región o comunidad puede verse gravemente afectada por emergencias. La pérdida de empleos, la interrupción del comercio o la destrucción de la base productiva son ejemplos de daños a estos bienes.
      • Bienes Informacionales: La información, como bases de datos, registros históricos o sistemas informáticos, es crucial en la sociedad moderna. Su pérdida puede afectar la capacidad de una comunidad o entidad para funcionar adecuadamente.

Al comprender lo que constituye un “bien” en el contexto de emergencias, las autoridades y organizaciones pueden priorizar y planificar de manera efectiva para su protección y recuperación.

Cuando un bien experimenta una disminución en su valor debido a causas que no forman parte de la propia naturaleza de ese bien podemos hablar de daño. Es decir, que el deterioro natural de cualquier bien en función de su vida útil no habrá de ser considerado un daño. Si lo consideramos desde el punto de vista temporal un daño sería la disminución brusca e inmediata del valor del bien referido. El daño es lo que pretendemos evitar.

El daño puede ser directo, causado de forma inmediata por el evento en sí (por ejemplo, una casa que se derrumba debido a un terremoto) o indirecto, cuando se produce como consecuencia secundaria o a medio y largo plazo que resultan del evento inicial (siguiendo el ejemplo anterior, si debido al derrumbe de la casa, una familia pierde su fuente de ingresos porque operaban un negocio en esa casa, ese sería un daño indirecto).

El objetivo principal en la gestión de emergencias y protección civil es evitar o minimizar el daño. Esto se logra mediante la preparación, mitigación y respuesta adecuada. La preparación se refiere a la planificación y entrenamiento previo; la mitigación se enfoca en reducir el impacto potencial del evento (por ejemplo, mediante la construcción de estructuras resistentes a terremotos); y la respuesta se relaciona con las acciones tomadas inmediatamente después del evento para proteger vidas y bienes.

Por lo tanto, entender y reconocer lo que constituye un “daño” en este contexto es fundamental para la planificación y gestión efectiva de emergencias. Debe una pieza central en la toma de decisiones y estrategias de prevención.

Aquello que puede causar un daño queda inmerso en el concepto de riesgo. Con más exactitud podemos definir el riesgo como la probabilidad de que un bien sufra un daño. El riesgo es lo que intentamos controlar.

Es esencial entenderlo adecuadamente para tomar medidas preventivas y preparatorias.

Riesgo es, en efecto, una combinación de:

      • Probabilidad o Frecuencia: refiere a la posibilidad o probabilidad de que ocurra un evento adverso. Por ejemplo, algunas áreas geográficas tienen una alta probabilidad de terremotos debido a su ubicación en límites de placas tectónicas.
      • Consecuencia o Impacto: se relaciona con la magnitud del daño que puede resultar del evento adverso. En términos cuantitativos, podría ser el costo económico de los daños, o en términos cualitativos, podría ser el impacto en la salud y el bienestar de una comunidad.

La fórmula básica es:

Riesgo = Probabilidad × Consecuencia

Amenaza, vulnerabilidad y capacidad son conceptos que forman parte del riesgo. Amenaza es el evento potencialmente dañino en sí mismo. De la vulnerabilidad hablaremos más abajo. Y la capacidad es la habilidad de una comunidad o sistema para resistir, adaptarse o recuperarse de los efectos de una amenaza.

Dado que el objetivo en la gestión de emergencias es controlar o reducir el riesgo, las estrategias suelen centrarse en:

      • Reducir la probabilidad del evento (cuando sea posible).
      • Minimizar las consecuencias o impacto del evento.
      • Reducir la vulnerabilidad de los bienes expuestos.
      • Aumentar la capacidad de respuesta y recuperación.

En cualquier caso, sabemos que no todos los bienes están sometidos a todos los riesgos, e incluso aquellos que sí lo están no tienen porqué estarlo en la misma medida. A esta medida la llamamos vulnerabilidad. De forma más técnica podemos afirmar que la vulnerabilidad es el grado de susceptibilidad de un bien a sufrir un daño a consecuencia de un riesgo. En consecuencia, y ante una agresión de igual intensidad un bien de baja vulnerabilidad sufrirá menores daños que un bien de alta vulnerabilidad.

En efecto, la vulnerabilidad es una pieza clave en la ecuación del riesgo. Es un componente intrínseco de un bien o sistema que determina su resistencia o fragilidad frente a una amenaza específica.

      • Vulnerabilidad Física: hace referencia a las características materiales o estructurales que pueden aumentar la susceptibilidad al daño. Por ejemplo, un edificio construido con materiales de baja calidad en una zona sísmica tendrá una alta vulnerabilidad física a los terremotos.
      • Vulnerabilidad Social: se relaciona con factores demográficos, culturales, socioeconómicos y políticos que pueden afectar la capacidad de una comunidad para prepararse, responder y recuperarse de un desastre. Las comunidades marginadas o con acceso limitado a recursos suelen tener una mayor vulnerabilidad social.
      • Vulnerabilidad Económica: implica la susceptibilidad de una economía o sector económico a sufrir pérdidas debido a un evento adverso. Una economía altamente dependiente de un solo sector puede ser más vulnerable a shocks específicos.
      • Vulnerabilidad Ecológica: Hace referencia a la fragilidad de un ecosistema ante cambios o perturbaciones, ya sean naturales o inducidos por el hombre.

Existe una amplia diversidad de factores que aumentan la vulnerabilidad:

      • Falta de acceso a recursos y servicios.
      • Falta de información y conocimiento sobre las amenazas.
      • Infraestructura y construcción inadecuadas.
      • Falta de sistemas de alerta temprana.
      • Políticas y prácticas inadecuadas.

La gestión del riesgo no solo se enfoca en la amenaza en sí, sino también en reducir la vulnerabilidad. Esta reducción se puede lograr a través de:

      • Mitigación: Implementación de medidas estructurales y no estructurales para limitar el impacto de las amenazas.
      • Preparación: Capacitación, educación y concienciación de la comunidad sobre las amenazas y cómo responder.
      • Desarrollo Sostenible: Considerar el riesgo en la planificación y desarrollo para garantizar que las futuras generaciones tengan menor vulnerabilidad.

Entender la vulnerabilidad y actuar sobre ella es esencial para garantizar que, cuando se presente una amenaza, el daño sea el menor posible. Es un concepto dinámico, ya que puede cambiar con el tiempo debido a factores como el desarrollo, la urbanización y el cambio climático.

Aún a pesar de que hayamos definido los bienes a proteger y su vulnerabilidad y de que se hayan establecido correctamente los niveles de riesgo para esos bienes puede ocurrir que suframos un daño. ¿Qué hacer? Bien, aquí viene en nuestra ayuda el concepto de demultiplicación, que no supone otra cosa que los procedimientos organizativos destinados a reparar los daños y a ponerse en disposición de retornar lo antes posible a la situación de normalidad previa a la ocurrencia del daño. 

Una vez que se ha atendido la emergencia inmediata y se ha salvaguardado la vida y la propiedad, es esencial volver a la situación de normalidad para garantizar el bienestar y el funcionamiento adecuado de la sociedad. La demultiplicación permite reasignar, reubicar o desmovilizar recursos una vez que ya no son necesarios en el combate de la emergencia, optimizando su uso y evitando costos innecesarios.

Los procedimientos de demultiplicación son esenciales para gestionar eficazmente situaciones caóticas y desastrosas, y para dirigir los esfuerzos de respuesta hacia una recuperación y rehabilitación estructurada. Se incluyen aquí aquellos procedimientos que reducen gradual y estructuradamente los mecanismo de respuesta, a medida que se estabiliza la situación. En el caos posterior a un desastre, la demultiplicación ayuda a restaurar el orden, asegurando que las operaciones y la respuesta estén bien coordinadas y sean efectivas, esto es, permitirá absorber la desorganización. Esta desorganización será embridada mediante distintos pasos que irán abordando una necesidad específica o conjunto de necesidades, y que serán ejecutados por equipos especializados, que aunque pueden actuar con cierta autonomía, sus acciones deben estar siempre alineadas y coordinadas con el objetivo global de la intervención.

En resumen, la demultiplicación es un paso esencial después de una emergencia que se centra en la recuperación y restauración. Es una transición de una respuesta de emergencia activa a un estado de normalidad, con la intención de restaurar, aprender y prepararse para futuros desafíos.

Como estamos viendo es en este retorno a la normalidad donde aparece el último de los conceptos básicos con los que queremos trabajar: la rehabilitación. La rehabilitación incluye no sólo las medidas pertinentes para la vuelta a la normalidad sino también aquellas otras, de carácter preventivo, que se anticipen a la probabilidad de que se repita el suceso.

Las primeras fases de rehabilitación se centran en la restauración de servicios básicos, infraestructura y la vida cotidiana de las personas.

Es esencial que la rehabilitación no se limite a simplemente “reparar” lo que fue dañado. Adicionalmente, se deben implementar medidas que hagan que la comunidad o el sistema sean más resistentes a futuros desastres; para, hay que basarse en las lecciones aprendidas del desastre: la rehabilitación debe incorporar estrategias para prevenir o al menos mitigar el impacto de eventos similares en el futuro. En esta misma dirección hay que educar a la comunidad sobre los riesgos que enfrentan y cómo pueden protegerse mejor contra ellos.

Para que la rehabilitación sea efectiva, es crucial que la comunidad local participe activamente en el proceso. Esto garantiza que las soluciones propuestas sean relevantes y apropiadas para las necesidades y deseos de la comunidad. Porque en la rehabilitación no se trata sólo de volver a la “normalidad”, sino de avanzar hacia un estado de mayor resistencia y preparación. Es un proceso proactivo que reconoce que, aunque no siempre podemos evitar los desastres, podemos tomar medidas para reducir su impacto y mejorar nuestra capacidad de recuperarnos de ellos.

Todos estos conceptos y sus consecuencias reales se presentan ante nosotros cada vez que presenciamos imágenes de una catástrofe en cualquier rincón del planeta. Todos sabemos, al menos de forma intuitiva, qué es una catástrofe. No obstante, aportaremos una definición técnica, la que aporta la Ley 17/2015, de 9 de julio, del Sistema Nacional de Protección Civil: “Una situación o acontecimiento que altera o interrumpe sustancialmente el funcionamiento de una comunidad o sociedad por ocasionar gran cantidad de víctimas, daños e impactos materiales, cuya atención supera los medios disponibles de la propia comunidad”. Excepcionalidad y gravedad son dos ideas fuertes que enmarcan el concepto de catástrofe.

 

Actualizado 28/08/23