Me han dicho que estamos en campaña electoral. Ya mismo es la fiesta de la democracia, ¡qué alegría!, sólo nos faltarán unos chupitos para que sea una auténtica fiesta.
De entre todas las soplapolleces, sí, so-pla-po-lle-ces, que veo y oigo, solo ha habido una que me ha conmovido: Rajoy insinúa que podría cambiar la ley para que se fume en algunos bares. Una insinuación no es suficiente para votar; lo siento Mariano. Como soy español y andaluz sólo votaré al Senado porque se presenta un buen y capaz amigo, que además se lo curra como nadie. Los demás,…, a pelarla.
Me cuentan que ha habido un debate de Rajocaba con Rubaljoy, y otro a cinco bandas entre dios sabrá quién y el diablo para qué. En éstas vuelven Guerra y González; ZPloff ha desaparecido. A Aznar como nunca le han hecho demasiado caso en ningún sitio sólo lo utiliza el diario “Público” para decir tonterías sobre las tonterías del expresidente. IU, como en la Guerra Civil se centra en la “Batalla de Madrid”. Y Durán (CIU) toca la batería; los catalanes, como siempre, son los únicos que hacen algo útil.
He leído hoy que el Director General de la DGT, tras la actuación estelar de su departamento con la multa de 30,000 euritos a una distribuidora cinematográfica por un cartel de una película, ha dicho, con dos cojones, que cuando nieve la gente trabaje en casa. Esto es lo que toda la vida se ha dicho que es “hablar por no callar”. Hasta ahora quien mejor lo hacía era Leire Pajín. En cualquier caso quizá para cuando lleguen las nieves estemos todos en el puto paro.
Los republicanos están estos días de enhorabuena. Iñaki Urdangarín ha hecho más por la República en un fin de semana que 30 años de relajada acción beligerante de sus partidarios. Y para remate aparece Cayo Lara, a la caza y captura de titular, y pide al Rey que “eche una reprimenda a su yerno”. Cayo, ¿porqué no te callas?
Yo no sé qué pasa en España, pero llevamos unos años en que al teórico amparo de unos derechos no unívocamente interpretados nos encontramos con casos tan podridos y pestilentes como el que hace unos días nos asaltó. Un programa-basura entrevista y paga por ello a la madre de un menor implicado en el asesinato de Marta del Castillo. El presentador del programa se muestra muy sorprendido porque algunos anunciantes han retirado la publicidad del mismo, y naturalmente, se convierte en paladín del derecho a la libertad de expresión sentenciando: “si esta polémica ha servido para poner en evidencia y denunciar que hay gente que quiere condicionar la libertad de expresión de las personas y pretende censurar los contenidos, ha merecido la pena”; “nos han linchado, arrastrado y escupido por defender la libertad de expresión”. Morbosos, amarillistas, soeces, demagógicos, irresponsables, y no se cuántas cosas más se podrían decir de este tipo de programas y de sus participantes; lo que yo no sabía era que defendían alguna libertad distinta de la de hacer caja. También otra afamada periodista que vive de lo mismo dijo que no hay televisión-basura y en una exhibición de potencia intelectual llegó a afirmar que la televisión es gratis y que la gente la puede apagar. ¿Gratis? Una mierda pa’tí, tía. Haced memoria; la telebasura comenzó metiéndose en la vida y cama de los famosos y posteriormente, con Nieves Herrero y Pepe Navarro, en el caso de las niñas de Alcasser se encargaron con el mismo criterio “periodístico” de los sucesos. Podemos seguir en estos asquerosos programas los casos de Marta del Castillo, Mari Luz Cortés o los niños de Córdoba. La libertad de expresión, para ser, como cualquier otra, libertad, debe tener límites.