Potencia es un maravilloso concepto filosófico que nos habla de aquello que podemos ser. Que un señor del siglo IV a.C. creara este concepto, que aún hoy nos pone a cavilar tiene mucho mérito. Este señor es Aristóteles, y lo que venía a decir al hablar de potencia era que es una capacidad latente para ser algo, por ejemplo, la semilla de un roble es en potencia un ataúd, pero también una mesa.
Un hombre es, efectivamente, en potencia, un violador, pero también un sabio o un gilipollas. Vaya que el concepto de potencia promete grandeza, pero también miseria. En potencia todos somos violadores, pero ¡ojo!, en potencia todas son violadoras. Parece que hay casos por ahí de hombres violados también por mujeres. Porque el concepto de potencia no depende de la estadística, y por ello el falso debate de estos días está equivocado.
Veamos, en los últimos días una tal Julia Salander ha desatado los infiernos al afirmar que todos los hombres son violadores en potencia. Lisbeth Salander, de quien Julia toma el apellido prestado, es un personaje de ficción, creado por Stieg Larsson, y es una vengadora oficial, que viola con un arnés a un hombre que previamente la violó a ella. Bueno, es el caso que parece que la respuesta de un periodista -Antonio Naranjo- a Julia Salander, comenzó con la adjudicación del calificativo “lerda” y algo así como “pues entonces todas las mujeres son prostitutas en potencia”. ¡Aguda reflexión!, ¡ingenio desbordante! Estamos ante una muestra de aristotelismo como deporte de contacto.
Igualmente chispeantes reflexiones me han parecido las ejecutadas la conocida eurodiputada Irene Montero que vino a sostener que los hombres no sólo tienen el potencial de convertirse en violadores, sino que la violencia machista es estructural y los agresores son nada menos que los hijos sanos del patriarcado. ¡Ojú! Y claro, para peer en botija también, aparece una asociación de ciudadanos cabreados que denuncian a la eurodiputada por delito de odio. ¡Copón!
A todo esto, en esos mismos días, aparece un simpático regidor municipal cantando una popular cancioncilla de su pueblo: “🎵Me encontré una niña sola en el bosque, la cogí de la manita y me la llevé a mi camita. 🎵 Le subí la faldita y le bajé la braguita. La eché el primer caliqueño. 🎵 La eché el segundo caliqueño. 🎵En el tercero ya no quedaba leche 🎵”.
Son recientes también estos comentarios en Tik Tok (para que veáis que no solo Twitter es un pozo de mierda) dirigidos a una actriz de 13 años (Luna Fulgencio): “A la fuerza si no quiere”, “ya la estrenaron seguramente”, “la gente dice de darle unos añitos, pero yo creo que no hace falta”. Esto viene a demostrar que, independientemente de que los hombres seamos violadores en potencia, algunos de ellos son hijos de puta en acto.
Los conceptos de acto y potencia en Aristóteles nos ayudan a entender cómo cambian y evolucionan las cosas. La potencia, dicho está, se refiere a la capacidad o posibilidad que algo tiene de ser en el futuro, pero que aún no ha sucedido. El acto se refiere a algo que ya es en el presente, que ha cumplido su potencial. En resumen, la potencia es lo que algo puede llegar a ser, mientras que el acto es lo que algo ya es.
Volvamos al principio. El pleito Salander-Naranjo se expandió a Twitter donde hemos visto volar los “zorra”, “puta”, etc., expelidos por gentes que en acto no parecen cercanos a ningún ideal filosófico de virtud.
Si el pobre Aristóteles hubiera podido saber hasta donde hasta donde se iba a estirar su concepto posiblemente habría abandonado la filosofía y abierto una taberna en Atenas.