Esta obra refleja un hecho real, el hundimiento del barco “Meduse” frente a las costas de Mauritania el 5 de julio de 1816, por una negligente actuación de su capitán, Hugues Duroy de Chaumereys, Vizconde de Chaumerays, que llevaba sin navegar más de 20 años, dándose además la circunstancia de que no había suficientes botes salvavidas –sólo seis- para los 356 pasajeros de la nave. Como pudieron consiguieron construir una balsa, que llevaron amarrada a los botes. Finalmente, y debido a la dificultad de la navegación el Vizconde de Chaumereys ordenó soltar la balsa, con 149 soldados y marineros, y tras 13 días abandonada a su suerte -un barco de la marina francesa los vió pero no los recogió- fue divisada por un carguero que rescató a 15 supervivientes. La noticia del naufragio fue ocultada a la prensa.

Cuadro difícil de olvidar una vez contemplado. Cuando pudo ser exhibido en Francia, tras unos años de prohibiciones, causó una gran impresión social.

la balsa de la medusa

Museo del Louvre, París. 491 x 716

Tras los triunfos napoleónicos, este cuadro resalta el desastre, no solo de la situación que describe, sino de la propia Francia: en la parte derecha de la balsa, tirado, vemos un uniforme, todo un símbolo del trágico derrumbamiento que Francia sufre en ese momento. La balsa de la Medusa es también, por tanto, una metáfora de la propia Francia: “Fue a Francia misma, fue a nuestra sociedad entera a la que embarcó en aquella balsa de la Medusa”, dijo Michelet.

La obra resalta asimismo la violencia y el poder de la naturaleza, la furia de un mar embravecido, y unos hombres, entre la esperanza y la desesperación, que ven al fondo –un barco, un punto en el horizonte- una posibilidad de salvación. Vemos como el viento bate las velas, empujando la balsa contra una gigantesca ola que se acerca. Es la naturaleza lanzando al hombre hostilmente contra sí misma, en una cruel demostración de su brutalidad.

 

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David Streams

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