A mí lo de Zapatero ya ni me ofende. Como no espero sentido común ni en sus declaraciones ni mucho menos en su política se ha convertido para mí en algo así como un fenómeno auditivo-climatológico, vamos, “como quien oye llover”. Sin embargo, de quien siempre estoy dispuesto a aprender es de Leire Pajín, aunque lo cierto es que no consigo hacerlo de ninguna manera. Ayer hablaba la nena de “sentido común y sentido del Estado”. Dos cosas de las que, creo, ella carece. Ni siquiera posee el buen sentido de callar. Cada vez que la veo aparecer en televisión me sobreviene una inquietud mayor que la que tiene una oficinista a la hora de la coca cola Light.
Sobre el buen sentido de callar podría escribir un tratado. Fijaos que gran ejemplo veo en La Voz de Galicia. “Conseguir que todas las mujeres que desean trabajar puedan hacerlo en colocaciones de calidad ayudará a salir de la crisis económica, porque mejorará el mercado laboral, generará mayores cotizaciones a la Seguridad Social y fomentará el consumo interno del país”. Esto lo afirman los Epi y Blas del sindicalismo español, Fernández Toxo y Cándido Méndez. Imaginaos, si en vez de eso hubieran afirmado “que todas las mujeres y todos los hombres”,…, pero habrían tenido que pensar, claro. Creo que para mañana existe la convocatoria de una multitudinaria manifestación, de un vasto desierto de hombres, que supondrá, dicen, un auténtico termómetro de la situación. Como ciudadanos ya nos vamos acostumbrando a que cada vez que uno de éstos o de los otros coge un termómetro nos lo meta por el culo. Al menos que nos regalen flores, hombre.